miércoles, 20 de junio de 2012

La doble moral sobre prostitución

Cómo persona adoptando una perspectiva distante me congratulo que haya iniciativas como este taller que se llevó a término en Sevilla. Como prostituta, que ha vivido con el estigma interiorizado  me indigno porque si no hubiera sido por mi fortaleza y me decisión, hoy sería limpiadora y siguiera siendo una ignorante; eso si, HONRADA y DIGNIFICADA.
Ya es un gran que,  que se vea que las prostitutas no seamos las más consumidoras de drogas y estupefacientes sino que lo son los hombres y mayoritariamente en la prostitución de noche,
Ya es un gran  que, que  se constate que cuidamos nuestra salud.
Ya es un gran que se constate que se ha de separar trata de prostitución ya que la trata no es prostitución y abarca a mucho más sectores de la economía.
Ahora bien, como no me cansaré de repetir, hay que ser mucho más ambicioso en cuánto a las alternativas que se ofrecen a las mujeres que ejercemos. Más formación reglada, más confiar en el potencial de esas mujeres a las que  se "ayuda" porque sino lo que se está haciendo es mandar el mensaje de como eres puta e inmigrante estás condenada a permanecer el las capas inferiores de la sociedad ¡te fastidias por puta! Has de limpiar las casas y la mierda  de los más ricos o has de coser o has de atender a personas mayores, pero que ni se te ocurra estudiar un grado o una FP..no sea que una puta consiga un status social y económico de más nivel y mejor valorado...

Cómo ya denuncié aquí:


Respecto a la igualdad de género...ya va siendo hora de cambiarlo por el concepto de igualdad entre seres humanos..sí, esa igualdad y derechos que están recogidos  los Derechos Humanos. Hasta que no se nos meta  eso en la cabeza no avanzaremos. Como dice el profesor de filosofía, igualdad de oportunidades desde pequeños, enseñar a pensar en libertad sin sectarismos, sin modelos "Excelentes". pensar, ser conscientes:




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http://sentido-comun.com/la-doble-moral-sobre-la-prostitucion/#comment-28



Sea cual sea nuestra postura en torno a la prostitución, es indudable que existe un estigma social sobre las mujeres que la ejercen. Esta es una de las conclusiones extraídas en las II Jornadas sobre Prostitución y Trata de Personas, organizadas por la Oficina de Derechos Sociales de Sevilla en el Centro Vecinal El Pumarejo.
Asistimos al taller que en el marco de estas jornadas impartió Raquel Lucas, socióloga experta en malos tratos y violencia de género, que en la actualidad ocupa la presidencia de la Asociación de Estudios de Género para la Igualdad (AEGI) en Cádiz. La idea de esta actividad en Sevilla, nos cuenta Raquel, es reunir a personas con diferente formación y experiencia pero con igual interés en el tema “para establecer una agenda de mínimos y sensibilizar respecto a estos dos temas” porque, aclara, prostitución y trata de personas son realidades diferentes aunque muy conectadas por lo general. En cualquier caso, “nuestro objetivo principal es generar reflexión y debate”, afirma.
Para debatir y para aportar su visión del tema ha acudido a estas jornadas Leticia, quien estuvo durante un tiempo visitando pisos de citas para ofrecer a las prostitutas material preventivo y charlas sobre educación sexual, así como para explicarles sus derechos. “Les hacíamos ver que había otras salidas posibles, pero sin forzarlas a nada”, explica esta psicóloga de formación, “aunque con quienes eran víctimas de abusos y violencia era mucho más complicado”. Nada más llegar a este taller, un dato positivo le ha llamado la atención: “Me alegra ver a tantos hombres entre las personas asistentes”.
Jesús es uno de ellos, aunque reconoce que se interesó en el tema a raíz de un máster realizado por su esposa en la Universidad Pablo de Olavide. Él es docente y ha trabajado en coeducación para promover valores de igualdad entre ambos géneros, revisando la documentación y eliminando el lenguaje sexista de los centros educativos. También ha promovido acciones que “pueden parecer anecdóticas, pero tienen su importancia”, como  evitar las desigualdades de género en las fiestas organizadas por las escuelas.
Y es que hay muchos prejuicios e ideas erróneas sobre los roles de la mujer en la sociedad actual. Según expone Raquel en la introducción del taller, la palabra puta se relaciona habitualmente con la honra femenina y con el comportamiento sexual. Los medios de comunicación, la mayoría de los cuales siguen incluyendo anuncios clasificados, contribuyen a esa imagen distorsionada de las trabajadoras sexuales, otorgándoles siempre una de estas tres posibles identidades: delincuentes, porque degradan la imagen de las ciudades; viciosas, porque atacan a la moral y las buenas costumbres, y son “culpables de los actos del hombre”; o víctimas, debido a sus circunstancias familiares o económicas.
Para analizar el grado de veracidad que hay en estos y otros mitos comunes sobre la prostitución, las personas asistentes al taller se dividen en grupos de trabajo para, posteriormente, compartir sus puntos de vista. Respecto a la relación que se suele establecer entre trabajadoras sexuales y el VIH, se concluye que en Sevilla ponen bastante énfasis en el uso del preservativo y “hasta tienen hábitos de autocuidado que no existen en la mayor parte de la población”. También se habla del consumo de alcohol y drogas que se suele asociar a esta profesión, reflexionando que es más habitual entre los clientes, “como forma de desinhibirse y pensar menos en esa situación”. Sobre si la prostitución es humillante e indigna, la opinión generalizada es que esos calificativos se han de aplicar más bien a las condiciones que padecen las trabajadoras sexuales.
En ese sentido se pronuncia Patricia Romo, psicóloga agente en igualdad de oportunidades que ha acudido a estas jornadas también como ponente. Ella se declara en una postura “intermedia” en torno al debate sobre la conveniencia de regular la prostitución: “Las trabajadoras sexuales reclaman de forma legítima su derecho a ejercer esta práctica, pero si no se regula, el mensaje que se traslada a la sociedad puede ser peligroso”. Patricia habla de la doble moral de las instituciones que, por un lado, no acometen las políticas necesarias para erradicar la trata de personas con fines de explotación sexual y, por otro, pretenden hacer “invisibles” a las trabajadoras sexuales.

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