miércoles, 14 de noviembre de 2012

Cuando no está tan clara la voluntariedad.. Marta Elisa

http://aquiconcomentarios.blogspot.com.es/2012/05/cuando-no-esta-tan-clara-la.html



Ha caído en mis manos (o mejor dicho, en mi pantalla) un artículo titulado "Prostitutas por la crisis" Como el del Abc que comenté hace un par de días, también habla de mujeres que se prostituyen voluntariamente, pero menos. Vamos a decir que, dentro de lo que llamamos "libre elección" hay una escala de diferentes grados de gusto, aceptación y conformidad, y en este caso (prostitutas por la crisis) el grado en el que estas mujeres realmente "quieren" trabajar como putas es muy inferior al de aquellas universitarias de las que se hacía eco el otro artículo.

¿Qué es querer, realmente? ¿Cuántas veces no terminamos eligiendo realizar, voluntariamente, cosas que nos sientan como una patada en el estómago? Es más, ¿conocemos a fondo nuestros verdaderos deseos? ¿Quién es capaz de decir que -realmente- vive conforme a su verdad interior, esencial, sin mentirse jamás a sí mismo? Siendo honestos, tendremos que reconocer que llamamos "voluntarias" a cosas que, muchas veces, lo son de manera relativa. Lo cual no quiere decir que te estén exactamente obligando a hacerlas. O sí, pero no del todo. Te obligas tú, aunque claro, si no existieran tooodos esos factores que te empujan a tomar esa intragable decisión, tal vez elegirías "voluntariamente" otra cosa. Porque en el fondo, tal vez lo único que queremos (todos) es ser felices y nada más. Con lo cual, rechazamos todo aquello que intuímos que nos puede minar la felicidad (o hacernos desgraciados), y buscamos conseguir lo que sentimos que nos beneficia. 

Por ejemplo, rechazamos relacionarnos con personas que nos resultan desagradables o hirientes por cualquier razón, o cansarnos en actividades que no nos aportan nada. Y dedicamos mucho tiempo y esfuerzo a conseguir cosas como comida, o un hogar, porque sin comer ni tener casa, el nivel de bienestar cae en picado y la felicidad resulta difícil de experimentar, por decirlo de una manera suave. Salvo que vayas del palo del asceta que niega a la carne su derecho a existir y reclamar la satisfacción de sus necesidades básicas (y no es mi caso, lo siento)

Entonces, el problema viene cuando, al intentar conseguir satisfacer las necesidades básicas que contribuyen al bienestar y a la distensión (cosas que relacionamos con la felicidad), nos topamos con que necesitamos cantidades considerables de dinero (por ejemplo, debido al coste de la vivienda). Y resulta que para conseguir esta cantidad de dinero, alguien tiene que dárnoslos, porque no vale que lo fabriquemos en casa, artesanalmente (ja, sería bonito, ¿no?) O sea, tenemos que hacer algo para otra persona, algo que sea valorado suficientemente como para que nos pague. Y esto no es un problema en determinadas circunstancias, pero en otras sí. ¿Qué pasa cuando todo lo que ofreces no interesa en un mercado, o sociedad, saturada de personas que ofrecen lo mismo que tú, o carente del suficiente número de "pagadores" interesados en lo que puedes realizar? ¿Qué pasa cuando sólo sirven como actividades rentables cosas que están fuera de tu alcance (porque no tienes esa formación, o no puedes invertir x en nuevos proyectos, etc)? 

Cuando sucede eso, muchas personas se ven "obligadas" a trabajar realizando actividades que no les gustan, y que a veces hasta chocan con sus principios, todo porque hay una posibilidad de obtener dinero (la palanca que todo lo mueve) con esas actividades, y porque uno ya agotó sus recursos, sus ideas, o su energía, y el único camino que ve abierto ante sus narices es ese. Así que claudica. Y acepta realizar voluntariamente cosas a las que se ve obligado, ahí está la paradoja. Es el caso de las mujeres cuyo testimonio recoge el artículo mencionado. 

Sobre la prostitución, se quiere establecer, demasiado a menudo, una distinción tajante entre las putas voluntarias y las que no lo son (las víctimas de la trata) Yo misma, a menudo he hablado en esos términos. Sin embargo, me doy cuenta de que la "voluntariedad", lo mismo que la "obligatoriedad" son muy relativas en casos de crisis vitales (individuales o colectivas) en las cuales las personas se ven terriblemente presionadas desde diversos frentes, y en su lucha para sobrevivir acaban contemplando posibilidades que, hasta entonces, les parecían impensables. 

Diría yo, entonces, que a un lado tenemos la esclavitud pura y dura, que atañe a las mujeres que, no es que "se sientan"obligadas, es que las obligan con violencia a realizar actos contra los que luchan. Y al otro...Bien, a mi entender, no hay un único "otro lado" exactamente, sino una amplia gama de casillas relativas a los diferentes grados de "voluntariedad" con la cual las mujeres han elegido hacerse prostitutas para salir adelante. 

No hay que rasgarse las vestiduras si alguien cuestiona esa voluntariedad, porque es obvio que muchas mujeres "se ven obligadas" a trabajar de putas. No lo harían si tuvieran alternativas reales, que ellas de verdad pudieran realizar en sus circunstancias concretas (y aquí, hay que observar cada caso, y dejarse de elucubraciones generalistas) Pero tampoco hay que deducir que, puesto que muchas mujeres "se ven obligadas", sus decisiones carecen de valor, como si fueran niñas sin adultez o sin criterio. Hay muchas, muchísimas personas en todo el planeta, mujeres y hombres, que diariamente "se ven obligados" a realizar cosas que no desean "del todo" , con el fin de sobrevivir, pero se las entiende mejor cuando dicen que hacen esas cosas voluntariamente. Es un querer relativo, ni más ni menos. 

Cuando hablo de mi vida pasada como puta, siempre tengo que lidiar con esa paradoja, y no me resulta fácil. Sí, yo elegí libremente hacerme puta, aunque en realidad, con el tiempo, he ido viendo mi verdad a lo crudo y al desnudo. Sé que en otras circunstancias, jamás hubiera dado ese paso. Es más, si mi vida hubiera sido distinta, si no me hubieran marcado determinados traumas durante mi infancia y mi adolescencia, ni se me hubiera pasado por la cabeza la idea de prostituirme. 

Finalmente, HOY sé que yo no era lo que se dice libre cuando elegí ser puta, pero también sé que me hubiera jodido enormemente que alguien me cuestionara, en su día, la decisión de ganar dinero prostituyéndome, o tratara de impedírmelo. Lo hubiera mandado a la mierda, y con razón. Lo único que hubiera aceptado (y que me hubiera ayudado) en aquel entonces, era que alguien escuchara mi historia, se hiciera sensible a mis sueños y necesidades, y me echara un cable en las cuestiones prácticas que yo intentaba resolver. Los discursos morales me sobraban. Es más, hasta me revolvían las tripas, porque algunas de las personas que más los habían esgrimido a mi alrededor, eran las que más daño me habían hecho. 

Pero volvamos a la libertad. Si nos ponemos a observar esto al microscopio, veremos que prácticamente nadie en nuestra sociedad es libre. El camino para llegar a ser libre de veras (internamente y externamente) es cosa ardua, y ni siquiera es plato de gusto para muchísimas personas que, como Cifra en la película "Matrix", prefieren los bistecs virtuales antes que tragarse la puta pastillita roja, la que les hace ver la verdad. Es la libertad de no querer ser "tan" libre. Es la libertad de vivir enjaulado aunque comiendo a cuerpo de rey, pero es libertad a fin de cuentas. ¿Pero quién soy yo para examinar (o juzgar) el grado de libertad que cada uno desea vivir? 

¿Y si lo que yo llamo libertad resulta insoportable - pero verdaderamente insoportable- para otras personas? De hecho, estoy segura de que para muchos, la clase de vida que yo llevo actualmente, sería considerada una miserable vida de esclavitud. Aquí entramos en el reino de lo subjetivo: una misma situación puede ser experimentada como liberación o como enclaustramiento, dependiendo de si la eliges con alegría, o no. 

Mi vida actual es, para mí, liberadora, pero vista desde fuera reúne precisamente la clase de cosa de la que muchas mujeres huyen, y para lo cual algunas se hacen prostitutas. Dirían: ¿Qué dices? ¿Quedarse en casa cuidando un crío...? ¿Vivir en un pueblucho, en una casa sin calefacción ni comodidades (hasta hace dos meses, no teníamos ni sofá), del miserable sueldo del marido...? ¿Trazar proyectos más rurales aún, soñando con tener una casita, tierras con huerta, gallinas, y  (por qué no) hasta un par de vacas? (Sí, lo confieso, mi sueño estúpido es tener una vaca, hacer quesos y mantequilla y esas cosas sucias y esclavas que te obligan a no salir del campo, ni dejar de pisar boñigas, jamás) Pero en fin, lo de soñar es gratis, y sobre gustos no hay nada escrito. 

A mí me gustaría poder disponer de recursos suficientes como para ir a ver a cada una de las mujeres de ese reportaje y ofrecerles una alternativa real (sólida) para salir de sus problemas SIN recurrir a esa prostitución que detestan, o de la que se avergüenzan. Pero resulta que no tengo ni dónde caerme muerta yo, ni tampoco tengo puertas de amigos ricos a las que llamar para pedirles que las ayuden a ellas, con lo cual, ¿cuál es la actitud más honesta, por mi parte? Cerrar el pico y no señalar con el dedo a las que actúan en contra de sus principios, con el fin de sobrevivir. Creo que juzgar a quien, por pobreza o falta de recursos, toma decisiones de ese tipo, y sin embargo no ofrecerle alternativas, es una indecencia. Pero por desgracia esa actitud está muy extendida. 

Al pobre le llueve la mierda de los juicios ajenos cada día, haga lo que haga. Y lo sé por experiencia, porque he sido una "pobre oficial" (hasta he cobrado el famoso pirmi durante un tiempo). Si pide, porque pide. Si no pide, pero deja entrever su miseria, también le critican, porque "parece que quiera dar lástima". Si escapa de la pobreza prostituyéndose, entonces también lo ven mal, porque "vende su dignidad" ¡Ha habido hasta quien me ha juzgado por hablar de mi libro abiertamente a mis amistades de internet, diciendo que todo lo hago para vender más, tratándome de interesada, etc! Es que si además de pobre, has sido puta, te cae un sambenito encima de "sacacuartos y manipuladora" que no te lo quitas de encima ni con escarpia, vamos. Pero en fin, pelillos a la mar. Para mí, la indignidad no es ni ser pobre, ni ser puta (o haberlo sido) ni tampoco pedir si lo necesitas. La indignidad es la de un sistema que genera situaciones como estas, auténticas ratoneras humanas. 

No es posible dejar definitivamente toda prostitución atrás sin haber cuestionado a toda tu sociedad, esa es la verdad. A mí no me gusta la prostitución como fenomeno en sí mismo, pero es que tampoco me gusta la manera en que suceden muchas cosas en este mundo, en el dichoso "sistema". Y no veo coherente defenderlo, o simplemente acatarlo sin cuestionarlo, pero después atacar a la prostitución, porque ésta es su otra cara de la moneda, nos guste, o no.

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