miércoles, 28 de mayo de 2014

Puta Dei. 2 de junio Día internacional del Trabajo sexual

http://www.nswp.org/news-story/puta-dei-%E2%80%93-community-mobilisation-the-rights-sex-workers-brazil



File 1468
The Rede Brasileira de Prostitutas (Brazilian Network of Prostitutes) is organising a national event to celebrate the International Sex Workers' Day – 02 June – in Brazil. Several events will be taking place in different cities and regions of the country under the name of Puta Dei – wordplay for whore day in Portuguese.
The first Puta Dei ever was created by the Brazilian sex worker-led organisation GEMPAC (Grupo de Mulheres Prostitutas do Estado do Pará) from the city of Belém do Pará, Northern part of Brazil in 2012. That event was inspired by the activism of French sex workers who occupied a church in the city of Lyon, France, 02 June 1975.
The Puta Dei recalls the daily struggle of sex workers for the affirmation of their rights and dignity, many times silenced by society. It calls on the need of tackling discrimination and stigma against sex workers, which are reinforced by the actual federal legislation. As an outcome of self-determination and autonomy of sex workers against institutional and societal repression, the event gained political influence and allies all over Brazil.
Historically, the event was created in 2012 and aimed at disseminating the sex worker blog – Blog das Esquinas – and launching the human rights campaign – Não deixe a luz da esquina se apagar. In 2013, the event focused on the multiplicity of sex workers – a mosaic of differences within the community – calling to mind sex workers from different sectors, settings, social class, gender, and race. Those events were known for debates and actions through art and cultural activities.
On June 2014 the Puta Dei will become a national event with activities taking place in the states of Pará, Minas Gerais, Rio de Janeiro, and São Paulo. The action is coordinated by the Brazilian Network of Prostitutes and is a powerful community mobilisation effort to advocate in favour of the draft law Gabriela Leite that seeks to regulate sex work in Brazil, to be voted by Parliament.
By reaffirming every year its advocacy goals and bringing together sex workers and allies from all over the country, it strengthens efforts and builds up partnerships for rights-based responses to the claims of sex workers.
As an example of that, a public action will take place in the city hall of Campinas, State of São Paulo, organised in partnership with the Public Defender Office. A seminar will be conducted on the regulation of sex work with the direct involvement and participation of sex workers from the biggest prostitution area of Brazil – Jardim Itatinga – amongst them the sex worker leader Betânia Melo. This brave political action reveals the capacity and skills of Brazilian sex workers to organise and react against repression and build up strategic partnerships with relevant state bodies to overcome legal barriers in accessing rights and services.
After the seminar, the sex worker-led association Mulheres Guerreiras, the main organiser of the Puta Dei Campinas, will launch publicly the documentary “Mulheres Guerreiras: desbravando estradas da vida” that tells the story of the sex worker movement in Campinas. It is intended to sensitise key stakeholders and reaffirm the participation of sex workers in policy development.
This local event will be closed with cultural presentations, samba, and Daspu fashion show behind the main church of the city. The new sex worker fashion collectionDaspu na Copa” will be launched, criticising state actions against sex workers during the preparation of the Wold Cup in Brazil (e.g. closing of brothels, prosecution, among others).
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lunes, 26 de mayo de 2014

Sobre trabajo sexual. revista con la A. Editorial



En "El contrato sexual" Carole Pateman explica cómo los hombres libres e iguales, tras las revoluciones burguesas que acabaron con el Antiguo Régimen (sostenido por la nobleza y el clero), construyen un nuevo orden social en el que las mujeres quedan excluidas como sujetos, como ciudadanas libres e iguales. De tal manera, el nuevo orden social regula el acceso sexual al cuerpo de las mujeres de forma que a cada hombre le "corresponde" una mujer y unas cuantas quedan a "disposición" de todos, legitimando así la subordinación de las mujeres que bien quedan relegadas al ámbito doméstico (la santa -madre y esposa-) bien al ámbito privado (la puta), perpetuando, también en el nuevo orden, dos únicos modelos de mujer puestos al servicio del patriarcado cualquiera que sea el sistema político que gobierne y la religión que lo legitime moralmente. Baste con echar una mirada a nuestro entorno para saber que seguimos excluidas del Contrato Social pues continuamos -una a una- "atadas" al ámbito doméstico y -algunas cuantas- a la prostitución. Ambas actividades, en el sistema de mercado, producen ingentes sumas al capital: las amas de casa sosteniendo el 40% del Producto Interior Bruto con su trabajo reproductivo no remunerado (porcentaje establecido ya en el siglo XXI) y las prostitutas (cualquiera que sea su atribución de género, incluidas las trans) siendo el producto del mercado de la carne con el que las mafias y los proxenetas chalanean, trafican y se enriquecen. Así las cosas, no es posible excluir a las amas de casa de las propuestas feministas como tampoco lo es excluir a las mujeres que se mueven en el ámbito de la prostitución, ni estar comprometida con el feminismo sin mantener una postura contraria a este contrato sexual "firmado entre varones" que, de una manera u otra, deciden sobre nuestros destinos y controlan nuestros cuerpos, nuestra maternidad, nuestra sexualidad, nuestro derecho al placer, nuestro derecho a decidir. Por todo ello, estar comprometida con el feminismo y no ser abolicionista es, cuanto menos, difícil de justificar dado que el feminismo: "... supone la toma de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano, de la opresión, dominación, y explotación de que han sido y son objeto por parte del colectivo de varones en el seno del patriarcado bajo sus distintas fases históricas de modelo de producción, lo cual las mueve a la acción para la liberación de su sexo con todas las transformaciones de la sociedad que aquella requiera" (Mujeres en Red) y el patriarcado tiene bien amarrada la estructura social, económica, ética, normativa, etc. en la que todas las personas hemos sido educadas, también las mujeres o quizás fundamentalmente las mujeres que, por paradójico que resulte, somos las encargadas de reproducir el "mandato de género" que se sostiene sobre nuestra propia discriminación y la sumisión ante las órdenes del Padre -Dios, Estado, marido, cliente, o cualquiera de las muchas formas que adopte-, y a sus deseos. Por ello, cualquier actividad, ideología, costumbre o creencia patriarcal que signifique la opresión de las mujeres como colectivo humano es difícil, cuando no imposible, "normalizarla" en el ideario feminista, como es el caso de la prostitución: "una institución patriarcal que tiene lugar en la actualidad porque la sexualidad masculina se construye descontextualizada de la consideración de la persona como tal", como señala Sara Vicente en su artículo de este número 33. Sin embargo, no podemos abordar en profundidad la problemática y el impacto que tiene la prostitución sobre el imaginario social que produce, en lo que a las relaciones entre mujeres y hombres y la sexualidad hace referencia, excluyendo a las mujeres que se mueven en este ámbito ni a las expertas que lo analizan "desde dentro" ya que, parafraseando a Dolores Juliano: "la persona que acomete la tarea de escuchar las voces silenciadas no sólo necesita esforzarse en escuchar, sino que debe vencer la resistencia a hablar de (con) sus interlocutores". Es preciso, por tanto, darles voz, abrir la interlocución, porque no hay que confundir la prostitución (cualquiera que sea su tipología) con las prostitutas ya que, como nos recuerda María Espinosa: "... las mujeres que se dedican a la prostitución tienen que tener los mismos derechos que cualquier otra persona".

El trabajo sexual. La dificultad de hacerse escuchar. Dolores Juliano

El trabajo sexual. La dificultad de hacerse escuchar

0doloresDOLORES JULIANO. Si hemos asumido que cierto sector social está constituido por personas que son 'otras' y que por eso actúan de determinada manera (lo que realimenta la creencia en su otredad) nada de lo que digan esos sectores será escuchado de manera ecuánime
"La prostitución es algo... que da dinero y, además, si te coge la policía las sentencias son leves. Si persevero, en unos pocos años podré haber conseguido una suma de dinero que me saque de apuros de una vez por todas. Entonces abriré una tienda... y eso será todo" (Bakr 1997) (p.105)
La prestigiosa novelista egipcia Salwa Bakr pone estas palabras en boca de una de sus protagonistas, presa por robo. Esa misma evaluación de la prostitución como opción mejor que el delito se encuentra en numerosos testimonios literarios, documentos judiciales y en las voces de las mismas mujeres. Sin embargo, este mensaje tiene poca aceptación y reconocimiento social, e incluso poca credibilidad, porque choca con la idea generalizada de que el trabajo sexual no es tal, sino el fruto de una imposición realizada sobre mujeres que se ven obligadas a hacerlo contra su voluntad. Reiteradamente se presentan socialmente dudas sobre la credibilidad de los discursos que plantean la libertad de opción o la voluntariedad de esta manera de ganarse la vida.
Es evidente que cuando las trabajadoras sexuales afirman que lo suyo es un trabajo y que lo realizan, entre otros motivos, porque "es mejor que delinquir", están recurriendo a un discurso legitimador, que les permite mejorar la aceptación social de una actividad muy estigmatizada [1]. Pero esto, explicar nuestras acciones en los términos que puedan ser mejor comprendidos y aceptados por los demás, es lo que hacen comúnmente todos los actores sociales, con un grado mayor o menor de intencionalidad, y es incluso la práctica más frecuente dentro de los discursos hegemónicos. Se trata de lo que de Certeau califica de "astutos trucos (dentro del) orden construido por el fuerte" (de Certeau 2001) (p.405). Los discursos explícitos tienen una función de comunicación social y no se agotan con su función explicativa, lo que no significa que sean falsos.
La explicitación de los motivos de una conducta tiene un fuerte contenido subjetivo y normalmente no se plantea su necesidad si no hay una demanda social al respecto. Así, podemos ver que la interpretación de la prostitución como una estrategia de supervivencia y un recurso para no delinquir se genera en dos ámbitos diferentes: uno, en el de los discursos de las propias interesadas, cuando ven seriamente cuestionada su opción por el trabajo sexual, por ejemplo cuando se las persigue, se las multa, expulsa o penaliza. El otro ámbito donde se genera esta interpretación es en el discurso académico, que compara los datos estadísticos de delincuencia de hombres y mujeres, analiza documentación histórica sobre los juicios penales a prostitutas en diversas épocas y países, observa y entrevista a mujeres con distintas estrategias para solucionar sus problemas económicos, lee las investigaciones que se acercan a este tema y llega a la conclusión que el trabajo sexual presenta una correlación inversa con la comisión de delitos (las mujeres se dedican más a él y delinquen menos, mientras que los hombres se dedican menos al comercio del sexo y delinquen más) y que la coherencia de esta correlación permite tomarla como una de las variables explicativas de la escasa actividad delictiva de las mujeres.
En el medio, en el espacio abierto entre el discurso teórico y la justificación personal, queda un amplio campo social en el que esta correlación inversa no se plantea. La sociedad en general saca provecho de la estigmatización de la prostitución que le permite criminalizar la inmigración. Las asociaciones de inmigrantes practican la "purificación endogrupal" (Goffman 1970) desentendiéndose de las trabajadoras sexuales, sus miembros menos aceptados. Por su parte, las mujeres que no se dedican a este tipo de trabajo, lejos de necesitar legitimarlo, buscan legitimar sus propias opciones discriminadoras relacionándolo con la violencia o con la debilidad moral, mientras que las mujeres que delinquen consideran su situación como consecuencia de un tropiezo o de un error y no lo incluyen dentro del campo de las opciones que se pueden asumir.
De este modo, cuando se habla del trabajo sexual como una de las estrategias para sobrevivir y asegurar la supervivencia de sus hijos e hijas sin delinquir, no se postula una conciencia colectiva al respecto, sino que se constata la consecuencia estadística de una serie enorme de tanteos individuales y de experiencias sociales, más vividas que teorizadas, que tienen también en cuenta los temores y prejuicios individuales y sociales. Esta estrategia sería uno de los recursos para sacar adelante los proyectos de supervivencia, junto con la capacitación mediante el estudio, la formación de redes de solidaridad, la aceptación de trabajos duros o no reconocidos, la donación de óvulos o la aceptación de relaciones sentimentales a cambio de apoyo económico (Juliano 2011). Depende en cada caso de una idea difusa e interiorizada sobre qué es lo que no se puede asumir por el nivel de riesgo que implica, cuáles son los límites manejables y cuáles los que se escapan de nuestras manos.
Escuchamos lo que queremos oír, y padecemos una sordera selectiva referente a cualquier enunciado que ponga en riesgo las certezas que hacen cómoda nuestra existencia
Aunque el lobo adujera ante Caperucita Roja que unas grandes orejas permiten escuchar mejor, la verdad es que escuchamos lo que queremos oír, y padecemos una sordera selectiva referente a cualquier enunciado que nos inquiete o ponga en riesgo las certezas que hacen cómoda nuestra existencia. Si hemos asumido que cierto sector social está constituido por personas que son "otras" y que por eso actúan de determinada manera (lo que realimenta la creencia en su otredad), nada de lo que digan esos sectores será escuchado de manera ecuánime. Bien aleccionados por el psicoanálisis, detrás de sus discursos buscaremos la alienación, el autoengaño, la manipulación o la mentira, mientras que reservamos para los argumentos propios la salvaguarda de la objetividad y la razón. Así, no se considera necesaria, ni adecuada, la participación de las personas implicadas en el diseño de las políticas que las afectarán. Referente al problema de la trata, Flamtermesky constata: "Los expertos que inciden en las políticas de lucha contra la trata y en proyectos de atención a las víctimas con frecuencia no han conocido nunca una víctima... se produce una construcción simbólica imaginaria sobre las víctimas de trata que niega por completo su capacidad de agencia y su capacidad reflexiva y propositiva" (Flamtermesky 2013) ( p.13). Con respecto a las mujeres víctimas de trata, se espera de ellas que se comporten de determinada manera, se construye un imaginario sobre "la víctima ideal" y se desvaloriza o desconoce toda otra opción o interpretación, incluso y preferentemente las que proceden de las personas afectadas.
Esta dificultad para creer que las personas que están colocadas en posiciones socialmente consideradas muy desfavorables puedan tener su propia visión de los problemas, se repite ante muy diversas situaciones. Comentaba con unas amigas la película Ellas [2] y decían: "Es muy sorprendente ¿Te crees que es verdad que las prostitutas se sientan empoderadas delante de sus clientes? ¿Cómo pueden sentirse bien con una actividad tan degradante? ¿No crees que hay una manipulación de las historias?". Evidentemente en todas las películas hay una selección y manipulación de los mensajes que se transmiten. El problema es: ¿por qué sólo algunos nos resultan tan difíciles de creer?
En la película, una periodista de clase alta busca material para escribir un artículo sobre prostitución entre universitarias. Entrevista, a esos efectos, a una muchacha polaca y a una francesa que se costean los estudios recurriendo al trabajo sexual. Sorprendida, donde ella espera encontrar explotación y degradación se encuentra con una estrategia de supervivencia y una experiencia sexual más rica y satisfactoria que la que ella misma conoce en su vida de pareja. Pero no puede aceptar esta interpretación porque dejaría en evidencia que la desvaloración moralista del trabajo sexual constituye básicamente un elemento del control por clases sociales. Cuando la polaca dice: "He tenido mucha suerte, hace un mes que estoy en Paris y tengo un departamento cómodo y agradable", la periodista se asombra de que pueda considerar su situación como afortunada. La sorpresa llega a la confusión total cuando, en otro momento de la conversación, la muchacha se queja "no puedo quitarme de la nariz ese olor" lo que es interpretado por la periodista como una referencia al sudor o al semen de los clientes. La trabajadora sexual la corrige, divertida: "No, no, me refiero al olor de la pobreza". La película es un buen análisis del tema, en la línea de Princesas [3] pero menos dramático. Es precisamente la falta de dramatización de situaciones que desde una perspectiva de clases medias y altas resultan inaceptables, lo que la hace inquietante.
La presión social para que los sectores subordinados produzcan los mensajes apropiados para los controladores y no los que les resultarían útiles, toma la forma de otorgamiento de credibilidad. Esto abarca las conductas ya que, en la interacción social, todas las acciones pueden ser leídas y decodificadas como mensajes. Al mismo tiempo, los mensajes explícitos influyen en la interpretación de las conductas.
Existe una gran resistencia a escuchar enunciados que difieran mucho de las opiniones predominantes. Esto implica que, cuando se desea o se necesita exponer opiniones diferentes, se recurra a aproximaciones parciales y se subrayen los puntos de acuerdo, por mínimos que sean. Esto es lo que comentan las protagonistas del libro de Cather cuando discuten: "Tú tenías razón, no se puede decir a la gente lo que no sabe ya... -Sí se puede. Pero hay que decirlo de tal forma que no sepan que se lo estás diciendo y no sepan que lo están oyendo" (Cather 2001) (p. 418)
La persona que acomete la tarea de escuchar las voces silenciadas no sólo necesita esforzarse en escuchar, sino que debe vencer la resistencia a hablar de sus interlocutores. Gilligan señala que esto sólo es posible si se ha logrado que el interlocutor o interlocutora confíe en quien realiza la entrevista: "Para oír una voz 'diferente' -es decir una voz carente de sentido desde las categorías interpretativas dominantes- es imprescindible emplear una forma de escuchar que genere confianza" (Gilligan 2013) (p.16).

NOTAS:
[1] La estigmatización se manifiesta con más fuerza, cuando menor es el poder económico de la trabajadora sexual. Así se considera "indigno" que en un barrio exista prostitución callejera (aunque sea un lugar con mucha tradición al respecto) pero molesta mucho menos la que se realiza en pisos o clubes. Por otra parte la opción de tener que elegir entre prostitución o delito suele darse con mayor frecuencia en los niveles más bajos.
[2] Elles. 2011. Dirigida por Malgoska Szumowska. Fr. Pol. Al. 2011 1h 39' Protagonista Juliette Binoche.
[3] Princesas (2005). Dirigida por Fernando León de Aranoa. Esp. 113min. Protagonista Candela Peña.



BIBLIOGRAFÍA CITADA
Bakr, S. (1997). El carro dorado. Tafalla, Txalaparta.
Cather, W. (2001). El canto de la alondra. Madrid, Pre-Textos.
De Certeau, M. (2001). De las prácticas cotidianas de oposición. Modos de hacer. Arte crítico, esfera pública y acción directa. P. Blanco and J. Carrillo. Salamanca, Univ. de Salamanca: 391-426.
Flamtermesky, H. (2013). Mujer Frontera. Experiencia de investigación acción participativa feminista con mujeres víctimas de la trata de personas. Doctorado, Universitat Autònoma de Barcelona.
Gilligan, C. (2013). La ética del cuidado. Barcelona, Fundació Víctor Grífols i Lucas.
Goffman, E. (1970). Estigma. Buenos Aires, Amorrortu.
Juliano, D. (2011). Presunción de inocencia. Riesgo, delito y pecado en femenino. Donostia, Tercera Prensa-Hirugarren Prentsa.


REFERENCIA CURRICULAR
Dolores Juliano es doctora en antropología y profesora jubilada de antropología social en la Universitat de Barcelona. Sus líneas de investigación preferentes son antropología de la educación, movimientos migratorios y estudios de género en las sociedades modernas. Entre su obra escrita cabe destacar: Cultura Popular (Anthropos, 1986), Chiapas: una revolución sin dogmas (Casa de la Solidaritat, 1995), El juego de las astucias (Horas y Horas, 1991), Educación intercultural (Eumo, 1993), Las que saben... (Horas y Horas, 1998), La causa Saharaui y las mujeres (Icaria, 1999), La prostitución: el espejo oscuro (Icaria, 2002), Excluidas y marginales (Cátedra, 2004), Les altres dones: la construcció de l'exclusió social (2005) y Presunción de inocencia. Riesgo, delito y pecado en femenino (Gakoa, 2012).

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La prostitución de la investigación sobre prostitución. Falacias de las jerarquías éticas. Ignasi Pons

La prostitución de la investigación sobre prostitución. Falacias de las jerarquías éticas

0ignasiIGNASI PONS. Los valores, las diversas sensibilidades respecto a los fenómenos sociales, las preferencias estéticas y morales son legítimas y opinables pero lo que no es cuestión de simple opinión son las descripciones de la realidad, los datos, ni las cuestiones fácticas o de dimensión
Aunque no se manifieste ni se problematice como tal, parece que en función de un principio que se tenga como de superioridad ética se pueda trasgredir o no plantearse la ética de los procedimientos instrumentales de salvaguarda de la ética supuestamente superior. Para quienes la maldad de la prostitución, y su consecuente necesidad de desaparición o supresión, es algo éticamente no cuestionado y/o incuestionable, con frecuencia no se plantean u olvidan que la información y la investigación también deben estar sometidas a reglas éticas. En consecuencia ante el tema de la prostitución, que suscita diversos posicionamientos, algunos se sentirán consciente o inconscientemente legitimados para boicotear o desvirtuar el debate mediante referencias perversas respecto al conocimiento de la realidad. En este sentido, o bien se pretende describir la realidad sin una observación previa suficiente de la misma [1] o se observa con instrumentos imprecisos o intencionalmente trucados, con el fin de acercar las ascuas a la sardina ideológica propia. Se diría que, parafraseando el aforismo periodístico, se intenta que la realidad no "estropee" las ideologías, creencias o las políticas que se intentan desarrollar. En algunos casos datos sin investigación previa alguna o que no ofrecen las fuentes o las ofrecen sin garantías suficientes.
Lo indiscutible y lo discutible
Por noble que se considere el objetivo no se puede aceptar la legitimidad de las invenciones, las mentiras y las manipulaciones informativas. Los valores, las diversas sensibilidades respecto a los fenómenos sociales, las preferencias estéticas y morales son legítimas y opinables, pero lo que no es cuestión de simple opinión son las descripciones de la realidad, los datos, ni las cuestiones fácticas o de dimensión.
En general, obtener la total certeza resulta algo quimérico pero ello no es óbice para que cualquier aseveración o descripción sea tan válida como cualquier otra. De todas maneras si bien los elementos conceptuales y las técnicas de las ciencias sociales no siempre alcanzan la certeza absoluta sí que, cuando se procede con el máximo rigor deseable y posible, permiten aproximaciones suficientes y/o formas de determinación de los grados de probabilidad de certeza o error de sus observaciones. Lo que es cierto es que operar con rigor ofrece elementos cognitivos mucho más válidos que las observaciones aleatorias, intuitivas o de perspectiva individual próxima.
Definiciones, fusiones y confusiones conceptuales
La polarización de los posicionamientos relativos al debate existente, el hecho de la posible proyección existencial o moral de los intervinientes, las inercias militantes, la funcionalidad ideológica, entre otras razones provocan que las aportaciones descriptivas e investigaciones no siempre resultan suficientemente rigurosas en el manejo de los conceptos. Como si los valores que se preconizan no tuvieran suficiente consistencia, en ocasiones, se les intenta reforzar con el sobredimensionamiento cuantitativo de los sujetos afectados, o con la identificación o analogía con fenómenos o conceptos que producen efectos sensibles o emotivos y de especial apetencia de los medios de comunicación.
Se abusa de términos, tan comúnmente mal aplicados conceptualmente, como "trata", "esclavitud", "mafias" etc. tan adecuados para asustar a la ciudadanía y tan inadecuados para describir aquella realidad. Especialmente mal aplicados, no solo porque no corresponden exactamente a las situaciones de la prostitución sino también y sobre todo porque con excesiva frecuencia se atribuye a la casi totalidad.
El todo por la parte
La mayoría de estudios, así como de las observaciones efímeras de los periodistas, se realizan sobre la prostitución de calle y se presentan, por explicitación o por omisión, como si fueran de toda la prostitución. Sean estos correctos o no, técnicamente no resulta legítimo, y diría que ni ético, su extrapolación.
La prostitución en general suele ser la referencia o epígrafe con el que se presenta por parte de los medios de comunicación así como de la que se publica como resultante de bastantes investigaciones empíricas, sin embargo en la mayoría de los casos se ha observado o estudiado solamente la parte más desfavorecida y visible: la prostitución de calle. En general, la calle no representa la totalidad pues hay otros diversos sectores de la prostitución: pisos, "puticlubs", carretera, freelances, etc. Así, en la investigación realizada para toda Asturias, la prostitución de calle representaría tan solo entre el 6% y el 8%. En los trabajos de la profesora Priscilla Alexander realizados en USA el porcentaje de calle representa el 19%. Resulta especialmente osado metodológicamente caracterizar al total de las prostitutas a partir de estos reducidos porcentajes.
A partir de la ideología de lo "políticamente correcto", se presenta la prostituta fundamentalmente no como "indigna" sino como víctima no solo de sus posibles situaciones de partida (pobreza, desestructuración familiar, abuso en la infancia, etc.) sino también de su situación de dependencia como prostituta. Es decir, el debate fundamental se decanta hacia la voluntariedad. Dado que, a veces, la situación de las prostitutas parece interesar, más que por ella misma, como argumento contra la prostitución como actividad adquiere protagonismo la posible generalización. De esta manera, el dato más publicitado últimamente y más utilizado en medios parlamentarios es el del "más del 90%" de dependientes, o de traficadas, o víctimas de trata. Cifra que no corresponde con las hipótesis construibles a partir de los estudios empíricos que algunos investigadores hemos realizado y que, pese a que se ha demandado repetidamente de dónde surge tal cifra, la respuesta ha sido: "No sabe, no contesta".

NOTA:
[1] Así en su artículo "El Umbral de la tolerancia..." Pilar Ballarín y Ana Iglesias ya manifiestan de entrada que no van a "ceñirse al rigor metodológico" para dar por buena una muestra insuficiente (10 chicos y 64 chicas) y sacar conclusiones sobre actitudes de la juventud. Lo reducido de la muestra no da para la generalización, lo cual no quiere decir que sus reflexiones sean inútiles. El artículo sería metodológicamente impecable y útil si simplemente se presentara como posibilidades hipotéticas que pueden dar pie a investigaciones más amplias. Es decir la corrección metodológica no depende tanto de la mayor o menor muestra, sino de que las conclusiones que se saquen se presenten con el nivel de certeza que la dimensión de la muestra ofrece. El artículo es válido como legitima opinión y propuesta hipotética, pero confunde al intentar establecer certezas generalizables.



REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
OSBORNE, RAQUEL (ed.) (2004): Trabajador@s del sexo. Barcelona, Bellaterra.
CORSO, CARLA (2002): Retrato de intensos colores. Madrid, Talasa Ediciones.
JULIANO, DOLORES (2002): La prostitución: El espejo oscuro. Barcelona, Icaria.
PHETERSON, GAIL (2000) El prisma de la prostitución. Madrid, Talasa Ediciones.
REFERENCIA CURRICULAR
Ignasi Pons es doctor en Sociología cum laude con la tesis La cara oculta de la luna: Condiciones de vida y de trabajo de las prostitutas en Asturias. Profesor emérito de Sociología de la Universidad de Barcelona. Ha impartido, entre otras, las asignaturas de "Metodología de la Investigación" y "Problemas Sociales" en la licenciatura y "Sociología de la prostitución" en el doctorado. Aparte del estudio para el Principado de Asturias, para el Institut Català de les Dones realizó las investigaciones: "Condicions de treball en la nova indústria de la prostitució: els clubs d'alterne (Manuscrit dipositat al ICD) y "Estereotips i valors respecte la prostitució femenina en la premsa diaria" (Manuscrit dipositat al ICD). Ha participado como experto en la comisiones sobre prostitución del Senado y del Congreso de los Diputados.
http://revista.conlaa.com/index.php?option=com_content&view=article&id=556&Itemid=580

Derechos para todas. María Espinosa

Derechos para todas

0mariaMARÍA ESPINOSA. Somos muchas las feministas que reivindicamos diariamente una sociedad mejor, más igualitaria y donde se respeten los derechos de las trabajadoras
Es una evidencia decir que estoy en contra de la trata de seres humanos y de otros delitos como la esclavitud y la explotación de menores. Pero no sobra decirlo expresamente cuando hablamos de prostitución porque, en ocasiones, si no aclaramos los conceptos, se entremezclan términos sin que podamos debatir y hablar de lo que realmente queremos hablar: de la prostitución y, sobre todo, de las prostitutas.
Y quiero iniciar este texto con otra obviedad: las mujeres que se dedican a la prostitución tienen que tener los mismos derechos que cualquier otra persona. Es algo básico que compartirá cualquiera que lea estas líneas, una premisa que no es otra cosa que garantizar los derechos de las mujeres. Quizá, donde exista debate, sea en cómo lograrlo. En muchas ocasiones, al buscar mejoras para las prostitutas, cometemos la torpeza de no contar con su voz y darles la espalda; unas veces por rechazo social y otras por debates teóricos. En mi opinión, ninguna solución, ningún camino para alcanzar estos derechos, podrá dejar de lado la opinión de las prostitutas, que deberán ser sujetos activos en esta lucha y deberán ser las protagonistas de sus conquistas. El resto de la sociedad podrá opinar, acompañar y luchar con las prostitutas en este recorrido, pero las protagonistas del cambio y de las decisiones deberán ser las trabajadoras del sexo.
La prostitución tiene que ver con una cuestión de libertad individual de las mujeres, de su autonomía y su capacidad de decidir sobre su cuerpo. "Mi cuerpo es mío", en España (para poder abortar) y en China (para poder no hacerlo). Pero quedarse sólo con el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y respetar la autonomía de las mujeres es un análisis demasiado simplista, porque la prostitución no sólo tiene que ver con nuestra libertad individual; tiene que ver también con la igualdad de género y con las condiciones de trabajo. Defender el uso libre de nuestro cuerpo, implica también luchar por un entorno social donde garanticemos que las relaciones sean igualitarias y las prácticas estén basadas en el respeto. Igualmente, reivindicar los derechos de las trabajadoras sexuales implica reivindicar unas relaciones de trabajo en condiciones dignas y nunca de explotación. Y es por ello que, desde el feminismo y desde la izquierda, debemos luchar porque las trabajadoras tengan garantizado un marco donde sea posible relacionarse en condiciones de igualdad y de respeto y donde se reconozcan sus derechos sobre la actividad que realizan.
Es una certeza que las relaciones actuales, de nuestro sistema neoliberal, patriarcal y capitalista, se basan en la desigualdad, en la superioridad e incluso en la falta de respeto. Somos muchas las feministas que reivindicamos diariamente una sociedad mejor, más igualitaria y donde se respeten los derechos de las trabajadoras. No luchamos por eliminar la figura del matrimonio por el hecho de que existan relaciones matrimoniales dañinas e incluso que acaban con la vida de muchas mujeres; en cambio, si luchamos por construir una sociedad fundamentada en relaciones equitativas y basadas en el respeto mutuo.
En la lucha diaria por la igualdad nos importan las condiciones en las que viven las prostitutas y nos corresponde luchar porque tengan los mismos derechos que cualquier otra persona. Para ello, será necesario lograr que este espacio, el de la prostitución, sea también un espacio igualitario y que garantice las condiciones de vida y de trabajo. No sé cual es la hoja de ruta de otras propuestas, pero no veo otro paso que reconocer y garantizar los derechos de las trabajadoras del sexo, en este camino para conseguir unas mejores relaciones en la prostitución, para lograr que las trabajadoras del sexo tengan unas condiciones dignas de vida y de trabajo.
Se trata de lograr una sociedad donde sea posible unas relaciones de pareja sin maltrato, donde cualquier trabajador o trabajadora tenga reconocidos sus derechos y se respeten en las relaciones laborales, donde el trueque esté por encima de la mercantilización, y donde la prostitución sea ejercida en condiciones de igualdad y con pleno reconocimiento de derechos.



REFERENCIA CURRICULAR
María Espinosa de la LLave es Licenciada en Derecho y Experta en Igualdad de Género. Tras su paso por el Instituto de la Mujer y CCOO como asesora jurídica, actualmente es Diputada por Izquierda Unida en la Asamblea de Madrid, siendo la portavoz de IU en la Comisión parlamentaria de Mujer.
 http://revista.conlaa.com/index.php?option=com_content&view=article&id=555&Itemid=593#.U4METmDtLU4.facebook

Otras realidades de la prostitución. Montse Neira

Otras realidades de la prostitución

0montseMONTSE NEIRA. Las políticas públicas que pretenden 'rescatarnos' y nos multan, nos ofrecen como alternativa al trabajo sexual empleos precarios, mal pagados y típicamente femeninos (cuidado y atención a mayores, menores, limpieza, costura, etc.)
Hablar de prostitución es ciertamente incómodo. Esta realidad social cuesta analizarla de una manera totalmente racional. No voy a volver a reproducir los argumentos que se esgrimen en el debate pro-prostitución/anti-prostitución, hay mucha bibliografía e información que defienden ambos modelos. Aclaro que no voy a escribir sobre 'prostitución de menores', porque cuando el intercambio de sexo por dinero afecta a menores no se le puede llamar prostitución, esto es directamente un delito contra menores y tampoco escribo de esclavitud o trata -que es cuando bajo amenazas y extorsiones que ponen en peligro la vida, la integridad física y psíquica, se obliga a una persona a hacer algo que ésta no quiere, sea sexo, sea cualquier otra actividad- que también está tipificado como delito y ya existen diversas leyes para luchar contra esta lacra.
Mientras el debate ideológico continúa y da de comer a personas que se han hecho 'expertas' en prostitución (curiosamente sin conocer de cerca a quienes ejercen), mujeres, mujeres transexuales y hombres la ejercen cada día como estrategia de obtención de ingresos, como 'trabajo', afirman la mayoría, más o menos indeseable o deseable, pero como trabajo y se les están vulnerando sus derechos fundamentales. Estos derechos fundamentales, recogidos por la Constitución Española, son los siguientes: el derecho a la igualdad sin discriminación de circunstancia personal o social (art. 14), a la dignidad (art. 10), a la libertad y a la seguridad (art. 17), al trabajo (art. 35), a la salud (art. 43), al progreso social y a la formación y readaptación profesional (art. 40 1 y 2) y a la salvaguardia de los derechos económicos y profesionales (art. 42).
Soy prostituta desde el año 89. Tenía 29 años, había trabajado desde los 13 años en diferentes oficios, a cada cual más duro y con sueldos que a duras penas cubrían los gastos corrientes que genera el mantenimiento de una familia monoparental. En un contexto de paro de larga duración decidí, como hacen la mayoría de mujeres, prostituirme, porque sabía -como saben todas las mujeres de manera universal- que ofreciendo sexo a cambio de dinero se ganaba más dinero y más rápido que en cualquier otra actividad económica. No estaba exenta de prejuicios y de miedos. Mis prejuicios eran que los clientes eran viejos, asquerosos, babosos, y que las putas eran drogadictas o viciosas o ambas cosas a la vez y que como pecaría iría al infierno. Mis miedos eran que ya nadie me amaría, ni me aceptaría si se enteraban de lo que hacía... y que me volvería una drogadicta, una 'perdida'. No me daban miedo posibles agresiones porque a lo largo de mi vida ya había hecho frente a varias (una violación de adolescente y varios atracos a mano armada) y sabía cómo protegerme, y tampoco a las enfermedades, porque sabía que tenía que utilizar el preservativo para evitarlas y no quedarme embarazada.
El balance y contra todo pronóstico, después de 25 años ejerciendo la prostitución, habiendo ejercido en todo tipo de locales, pisos, clubs, y en un amplio abanico de tarifas desde las 'económicas' hasta otras más altas (pero que no son las de la prostitución de lujo), es positivo, muy positivo. Además de haber logrado mi ascenso social y haber sacado a mi familia de la miseria, he podido desarrollar todo mi potencial como persona, he podido formarme estudiando una carrera, me he cultivado y vivo la plenitud de la madurez.
He tenido que hacer frente y superar el estigma que en realidad afecta a todas las mujeres: el estigma de la puta
Para llegar aquí he tenido que hacer frente y superar el estigma, sí, ese estigma que en realidad afecta a todas las mujeres: el estigma de la puta que nos controla, nos somete y nos presiona para que no nos podamos mostrar sexualmente activas, ni promiscuas y para que, ni mucho menos, ofrezcamos sexo por dinero, porque eso es lo peor de lo peor para una mujer. Es precisamente ese estigma el que hace que las mujeres que ejercemos la prostitución tengamos miedo, vergüenza y culpa, y esto es lo que nos hace vulnerables para poder afrontar las situaciones más indeseables que se dan en prostitución, sobre todo cuando se depende de terceros. No, los clientes no nos someten ni ejercen su poder con nosotras, en cuanto nos dan el dinero -que siempre es por adelantado- ya están sometidos a nuestra voluntad, no; es el haber interiorizado que somos malas personas, el creernos que nuestra dignidad está en la vagina, es el plantearte: "¿Cómo le voy a decir a mis hijos que me he prostituido?" "¿qué va a pensar mi familia de mi?" o "he tenido que poner mi coño para comprarme la casa", "ningún hombre va a querer casarse conmigo", sí, estas son las frases reproducidas literalmente de mis compañeras.
Asimismo, este miedo es el que hace que muchas mujeres en las entrevistas que se hacen no se atrevan a decir que prostituirse no es tan malo, ni peor que otro trabajo. Así es, el estigma hace que la mayoría de mujeres que nos prostituimos adoptemos el ser 'cínicas' para protegernos (nos 'confundimos' con el paisaje moral de la sociedad para no ser etiquetadas negativamente), con las consecuencias perversas de que no se conozca realmente todo lo que pasa en las relaciones con los clientes y que no se conozca a aquellas mujeres, mujeres transexuales y hombres que, igual que yo, han salido adelante y, además, su vida es mejor después de haber ejercido la prostitución que antes de hacerlo.
Afortunadamente, poco a poco cada vez más, mujeres y mujeres trans (el colectivo que en términos relativos más se prostituye) dejan de ocultarse y están luchando por esos derechos, están denunciando la violencia de la policía, de los clientes agresivos, de las políticas públicas que pretenden 'rescatarnos' y nos multan, ofreciéndonos como alternativa al trabajo sexual empleos precarios, mal pagados y típicamente femeninos (cuidado y atención de mayores y menores, limpieza, costura, etc.), empleos que solamente aceptan aquellas mujeres que realmente lo pasan muy mal ejerciendo la prostitución.
De todas las violencias que se ejercen contra las personas que ejercen la prostitución (mujeres y mujeres trans especialmente) su invisivilización, no tenerlas en cuenta a la hora de cualquier debate, en congresos, conferencias, seminarios y la vulneración de los derechos fundamentales por parte de instituciones públicas y algunas entidades que dicen querer ayudarlas, es la peor de todas. Porque la realidad es que aunque la mayoría de mujeres que trabajan en prostitución son inmigrantes y pobres, tienen capacidades, toman decisiones y son responsables de ellas y saben empoderarse ante situaciones duras.
Las prostitutas no somos 'pobrecitas que hay que rescatar'.


REFERENCIA CURRICULAR
Montserrat Neira, prostituta, bloguera, escritora (Una mala mujer), investigadora social, licenciada en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Autónoma de Barcelona.

http://revista.conlaa.com/index.php?option=com_content&view=article&id=554&Itemid=581#.U4ME7ObqnHU.facebook

Cuando hablar de salud es nombrar el estigma. Ana Fábregas y Clarisa Velocci. Genera

Cuando hablar de salud es nombrar el estigma

0dosANA FÁBREGAS MARTÍNEZ Y CLARISA VELOCCI. "GENERA". La idea de que ciertos colectivos en concreto son "peligrosos" a nivel de salud pública ha generado una construcción social que permite y tolera la discriminación
Cuando hablamos de salud y prostitución el imaginario primero nos golpea con cuestiones relativas a la relación entre la actividad y las infecciones de transmisión sexual. Pese a los años de investigación, el estigma de los mal llamados "grupos de riesgo" sigue haciendo daño. La idea de que ciertos colectivos en concreto son "peligrosos" a nivel de salud pública ha generado una construcción social que permite y tolera la discriminación.
Sinceramente, aquello que se ha vuelto realmente peligroso es la ignorancia que deriva de este imaginario. Creer que ciertas infecciones de transmisión sexual son asunto de algunos grupos sociales, en lugar de ser conscientes de los riesgos o precauciones que tomamos todas las personas al realizar prácticas sexuales, implica la falsa ilusión de estar fuera de alcance, el famoso "a mí no me va a pasar". En ese marco, las trabajadoras sexuales además son señaladas, son las que "contagian", las "sucias", las "culpables".
Esta visión no es exclusiva de los poderes políticos, que son capaces de legislar los espacios de prostitución sin dotar de derecho alguno a las trabajadoras sexuales, pero sí exigirles "controles sanitarios", como si de "controles de calidad" se tratase; ni de las personas encargadas de los propios locales, que ponen el grito en el cielo cuando algún cliente, irresponsable y estigmatizador, busca "la culpable" de su pene dolorido y emprenden campañas de "busca y captura". La perversión es que esta concepción está lógicamente también impregnada entre las propias trabajadoras del sexo. Quitarse de encima el juicio social del estigma es un proceso complejo. Para justificarse algunas mujeres publican sus analíticas en sus perfiles, demandan instaurar el "carnet de puta sana", o adoptan medidas de higiene íntima abusiva que no son sino una forma simbólica de luchar contra esa imagen de mala mujer, y de "sucia".
La responsabilidad es colectiva, aparte de entender que el mundo se divide entre buenas y malas, entre putas y no putas, entre peligrosas y sanas. Si aún le cabe alguna duda, intente donar sangre y se encontrará con que una de las preguntas que hacen como criba para descartar donantes es haber mantenido relaciones sexuales mediante retribución. Como si el intercambio de dinero implicase riesgos mayores respecto de las prácticas sexuales. Este marcaje social está plenamente legitimado, tolera y reproduce violencia cotidiana hacia las trabajadoras sexuales. Porque de qué otro modo podrían si no proponerse, con tanta ligereza y casi sin oposición, políticas públicas que niegan sus derechos sin ser conscientes de que se trata de los nuestros.
Desde esta perspectiva de alarma social constante, parece que olvidamos que la salud de las mujeres, sean o no trabajadoras del sexo, está vinculada a bastante más que a la transmisión de infecciones sexuales.
Hablar de la salud de las mujeres es hablar del cotidiano, de la calidad de vida, del derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, a vivir sin violencias, a que se nos reconozca dignidad
Hablar de la salud de las mujeres es hablar del cotidiano, de la calidad de vida, del derecho para ejercer derechos ya sea a decidir sobre nuestro cuerpo (que no vale únicamente cuando hablamos de aborto), a vivir sin violencias, a que se nos reconozca dignidad: es decir la libertad de elegir estrategias, en este marco tan complejo del patriarcado capitalista, que nos permitan hacer camino propio y colectivo. Y en concreto, en estos tiempos tan cínicos, recordar que hablar específicamente de la salud de las mujeres que ejercen prostitución es también denunciar la precarización, la persecución y la criminalización de la actividad.
Desde los estamentos políticos no se han cuestionado, y dudamos que lo hagan, que sus políticas persecutorias, como por ejemplo las ordenanzas mal llamadas "de convivencia", tienen serias consecuencias en la vida y, por tanto, en la salud de las mujeres.
Pasarse 10 horas diarias en la calle, mirando de un lado a otro constantemente, vigilando que no haya presencia policial en las proximidades, aprovechando los momentos de baja presión para negociar servicios deprisa y corriendo, aceptando lo inaceptable por precios y condiciones para ocuparse luego en espacios igualmente perseguidos que se han convertido en clandestinos y precarios. Si a ello le sumamos que es muy probable que seas denunciada, que cargues con multas de entre 100 y 1500 euros, que muy probablemente tengas a cargo a tu familia y que ya no llegues a fin de mes, tenemos el dibujo claro de la calidad de vida y por tanto de la salud de las mujeres trabajadoras sexuales que se construye desde el acoso institucional.
Y peor si cabe, argumentar y justificar estas acciones persecutorias disfrazadas de leyes en la lucha contra el fenómeno de la "explotación sexual", es doblemente insultante y desgarrador puesto que si esta idea se refiere al ejercicio forzado de la actividad, a la trata, sería tan absurdo como proponer multar por ruidos molestos a una mujer que grita porque su pareja le está dando una paliza.
Estas lógicas de víctimas / criminales, de considerar a las trabajadoras del sexo como incapaces, indignas, enfermas no es más que la visibilidad del control social, pese a ellas, pese a todas nosotras.
La sintomatología de la violencia constante del estigma hacia las trabajadoras del sexo, la indefensión, la frustración, la culpa, las vejaciones, los insultos y el miedo no aparecen en un epígrafe específico de ningún libro de medicina pero tiene repercusiones directas en la salud de las mujeres.


REFERENCIA CURRICULAR
Ana Fábregas y Clarisa Velocci son activistas y fundadoras de GENERA, una organización con más de diez años de experiencia especializada en prostitución y trata. Su objetivo es la redefinición de los roles sociales desde una perspectiva de género, a través de la defensa y reivindicación de los derechos de las mujeres, partiendo del ámbito del trabajo sexual.

Prostitución, trata y explotación sexual: necesidad de repensar conceptos. Cristina Garaizabal

Prostitución, trata y explotación sexual: necesidad de repensar conceptos

0cristinaCRISTINA GARAIZABAL. Considerar que se compra el cuerpo de las mujeres es cosificar a éstas y anular su capacidad de agencia, su capacidad de decidir qué actos ofrecen, a quién aceptan como clientes y cómo y dónde trabajan, reforzando su posición subordinada
En los últimos tiempos -y especialmente a partir de la aprobación en nuestro país del Plan Integral contra la Trata de Seres Humanos con Fines de Explotación Sexual, a finales de 2008- se han ido utilizando los términos de prostitución, trata y explotación sexual de manera indiscriminada. Se ha generado así en el imaginario social un totus revolutum que confunde y no ayuda a identificar cada uno de estos conceptos, dificultando la defensa de los derechos tanto de las trabajadoras del sexo voluntarias como de las víctimas de trata.
La igualdad entre mujeres y hombres es una idea que ha ganado fuerza en las sociedades gracias a la labor de los feminismos, tanto aquí como en otros países del mundo. ¿Por qué se presupone desde algunos sectores feministas que esta idea no ha hecho mella en las trabajadoras del sexo? Cuando se dice que: "La prostitución ayuda a mantener un espacio incontaminado de igualdad para que la masculinidad hegemónica, basada -no lo olvidemos- en una determinada ideología sexual, no se ahogue. Es en ese sentido en el que la prostitución como institución es intolerable: se trata del lugar en el que se aprende, se perpetúa y se refuerza la desigualdad a través de la puesta en práctica de una performance de género y sexual que dificulta la necesaria demolición de las masculinidades y feminidades tradicionales." [1]. Se afirma de manera categórica que las relaciones entre mujeres y hombres en la prostitución nunca pueden ser igualitarias y se hace recaer en las trabajadoras del sexo, que quieren seguir ejerciendo, y en sus clientes la responsabilidad del mantenimiento de dicha institución y las "nefastas consecuencias" que según ellas tiene para las mujeres.
Esta lógica perversa de responsabilizar a las personas individuales de los problemas concretos de un grupo social lleva a considerar al conjunto de clientes como "chivo expiatorio", reclamando su criminalización por presuponer que buscan esclavas sexuales [2] sin reflexionar que eso va en contra de las trabajadoras ya que reduce su capacidad de negociación y las obliga a trabajar en condiciones más peligrosas. Así mismo, y en contra de cualquier lógica feminista, en lugar de apoyar los procesos de empoderamiento de las trabajadoras sexuales se las considera 'traidoras' a la causa de liberación de las mujeres, se mantiene una actitud completamente despreciativa hacia ellas y unas posiciones francamente autoritarias, obligando a todas a abandonar este trabajo para ser consideradas ciudadanas de primera y acceder así a los derechos sociales y de ciudadanía que les corresponde.
La globalización ha implicado una expansión del capitalismo en la industria del sexo, y con ello han aumentado las redes de trata de seres humanos
La prostitución ha ido evolucionando en la medida que ha evolucionando el capitalismo. El fenómeno de la globalización ha implicado una expansión del capitalismo en todos los sectores incluida la industria del sexo, y con ello han aumentado las redes de trata de seres humanos. Así mismo, las medidas ante la crisis económica actual afectan especialmente a trabajadores y trabajadoras, en general, que ven sus derechos recortados y los empleos son cada vez más precarios y se realizan en condiciones abusivas. Ante ello, la respuesta social es la defensa de los derechos conseguidos y su extensión a todas personas que tienen un empleo o actividad laboral, ¿por qué no se plantea lo mismo para las trabajadoras del sexo?
La 'explotación' es un término que, cuando hace referencia a las relaciones humanas, se emplea desde el punto de vista marxista para referirse al resultado de la apropiación capitalista de la plusvalía, o en términos más generales se habla de 'explotación laboral' para referirse a las injusticias cometidas en el ámbito laboral [3]. Es decir, es un término que en sus acepciones más frecuentes hace referencia a las relaciones laborales. En este sentido, ¿qué novedades aporta el término 'explotación sexual'?, es más, ¿qué se quiere decir exactamente con ello?
Como GAATW [4] manifestó en los encendidos debates que se dieron en el año 2000 a raíz de la aprobación por parte de Naciones Unidas del Protocolo para prevenir, suprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños: "No existe una definición internacional del término explotación sexual, con lo que cada país puede definir y abordar ésta como considere apropiado, teniendo así un gran margen de actuación". Así mismo, el Alto Comisario para los Derechos Humanos, en junio de 1999, recomendó suprimir el término de explotación sexual para: "Evitar las dificultades de implementación inherentemente asociadas a los términos vagos, imprecisos y emotivos como 'explotación sexual' cuando estos son utilizados refiriéndose a los adultos". Por su parte la Organización Internacional del Trabajo (OIT) también propuso eliminar cualquier referencia al término 'explotación sexual' en el Protocolo.
A pesar de estas recomendaciones, en nuestro país la reforma del Código Penal -que tipificó el delito de trata en junio de 2010 [5] - incluye entre las finalidades de ésta la 'explotación sexual' diferenciándola del 'trabajo forzoso', de la 'esclavitud' y del 'comercio de órganos', aunque en ningún momento define qué significa este nuevo concepto. Un nuevo concepto que, en la práctica, ha servido para justificar las múltiples redadas que se han hecho en clubes de prostitución pero que no ha ayudado a la condena de los tratantes ya que, en los dos años de existencia del nuevo delito, tan solo se han producido nueve condenas [6]. Y llegado este punto cabe preguntarse por qué se ha popularizado tanto un concepto tan vago, indefinido y que se presta a tantas interpretaciones subjetivas que impide su puesta en práctica. Evidentemente no es por su funcionalidad como creo haber demostrado.
Existe cierto seguidismo hacia las posiciones del feminismo abolicionista, ya que éstas son funcionales para la doble moral dominante que no quiere que la prostitución sea visible y menos aún que las prostitutas se muestren autoafirmadas. Pero además, este concepto tiene fuertes connotaciones emocionales porque en el ideario de un sector del feminismo aparece equiparado a la apropiación, a la mercantilización y cosificación del cuerpo de las mujeres por parte de los hombres, un elemento que refuerza las desigualdades de género y que, en consecuencia, es deleznable e intolerable.
Entender la prostitución no como un intercambio entre personas adultas de servicios sexuales por dinero, sino como la compra y apropiación de las mujeres por parte de los hombres es partir del imaginario heteropatriarcal dominante y, en consecuencia, lo refuerza. El estigma hacia las trabajadoras del sexo aumenta ya que son despojadas de su subjetividad y colocadas en un lugar en el que parece que son solo cosas al servicio de los hombres. Se ignora el aspecto trasgresor que tiene "la puta", mujer mala por excelencia en el imaginario dominante por mostrarse sexual e imponer sus normas en el comercio sexual. Considerar que se compra el cuerpo de las mujeres es cosificar a éstas y anular su capacidad de agencia, su capacidad de decidir qué actos ofrecen, a quiénes aceptan como clientes y cómo y dónde trabajan, reforzando su posición subordinada. Además, en estos análisis se olvida que en la prostitución no sólo trabajan mujeres biológicas (también lo hacen mujeres trans y hombres) aunque las primeras sean mayoritarias. Y, en lo concreto, se tapa la diversidad que existe en el ejercicio de la prostitución y se ocultan las estrategias de empoderamiento y autoafirmación de este sector de mujeres, su capacidad para mejorar sus condiciones de vida y de trabajo, su capacidad de decisión, de imponer sus criterios en los pactos con los clientes... y no se piensa en qué hacer para facilitar el desarrollo de estas capacidades. En definitiva, se considera a las trabajadoras del sexo una categoría particular de mujeres que permanecen ajenas a los avances que el feminismo ha posibilitado.
Las trabajadoras del sexo que trabajan para terceros en los clubes sufren frecuentemente abusos y explotación laboral, pero conviene no confundir esto con la situación de esclavitud que sufren las víctimas de trata. Como la OIT explica en la Guía sobre trata de seres humanos y trabajo forzoso como forma de explotación [7]: "El concepto de 'trabajo forzoso' engloba manifiestamente actividades más graves que el mero incumplimiento de la legislación laboral y de las condiciones de trabajo. Por ejemplo, el hecho de no pagar a un trabajador el salario mínimo obligatorio no implica un trabajo forzoso, mientras que sí lo implicará normalmente el hecho de impedir que abandone el centro de trabajo."
Para combatir la 'explotación laboral' es necesario el reconocimiento de la prostitución como trabajo y la regulación de las relaciones laborales cuando median terceros, haciendo especial hincapié en el reconocimiento de los derechos de las trabajadoras del sexo y en la defensa de su autonomía y libertad para decidir qué actos sexuales ofrecen y a qué clientes quieren.
Confundir la 'explotación laboral' con el 'trabajo forzoso' o la 'esclavitud' a lo único que lleva es a quitar gravedad a esto último y no ayuda a crear un imaginario colectivo que condene de manera radical la trata y la esclavitud, una lacra indeseable en sociedades democráticas que contemplan y defienden los derechos humanos.

NOTAS
[1] Beatriz Gimeno, Hacia un nuevo debate sobre la prostitución, Con la A nº 26
[2] Una presuposición que, nuevamente, no está basada en ningún estudio ya que los pocos que existen sobre los clientes demuestran, por el contrario, la diversidad de motivaciones y actitudes entre éstos. Ver art. de El País en marzo de 2008
[3] Definición de explotación en la Wikipedia
[4] Global Alliance Against Traffic in Women (Alianza Internacional contra la Trata de Mujeres)
[5] Título VII bis "De la Trata de seres humanos"
[6] Diario El País, mayo de 2013: "Las nueve condenas —seis hombres y tres mujeres— dictadas por las Audiencias Provinciales de Madrid y Barcelona entre finales de 2012 y abril de 2013, son el resultado de las cinco causas que han resuelto los tribunales desde que entró en vigor el delito. Según los jueces, los condenados, que han recurrido las penas impuestas de entre 6 y 22 años de cárcel, trasladaron con engaños a España, esclavizaron y obligaron a prostituirse a cinco mujeres, dos de ellas menores"
[7] OIT. Programa Especial de Acción para Combatir el Trabajo Forzoso. 2006



REFERENCIA CURRICULAR
Cristina Garaizabal es psicóloga y militante feminista desde finales de los 70 en Barcelona y Madrid. Es cofundadora y activista de Hetaira (Colectivo en Defensa de los Derechos de las Prostitutas). Ha participado como experta en las diferentes comisiones para el estudio de la prostitución (Congreso y Senado). Forma parte del consejo editorial de Talasa Ediciones (Nosotras, las putas, El prisma de la prostitución, Retrato de intensos colores, ¿Qué quieren las mujeres?) Es autora del libro El dolor invisible. Ha participado con sus trabajos en los libros colectivos: Transexualidad, transgenerismo y cultura; Transexualidades; El género desordenado; Crónicas carcelarias: líneas prostituidas; Los pasos (in)visibles de la prostitución; Prostituciones: debates sobre el sexo de pago; Trabajador@s del sexo y Los retos de la prostitución. Estigmatización, derechos y respeto. Es compiladora, junto a Mamen Briz, del libro: Por los derechos de las prostitutas. La prostitución a debate.

Putas feministas: Mamen Briz, Colectivo Hetaira

 http://revista.conlaa.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1142&Itemid=578#.U4MBi9CWzwQ.facebook

MAMEN BRIZ. Muchas cuestiones que tienen que ver con la corporeidad (y la sexualidad) sigue juzgándose por parte de los Estados, insólitamente en los tiempos que corren: el derecho al aborto, los derechos laborales de las prostitutas, las resistencias a facilitar las vidas de las personas transgéneros y a modificar sus cuerpos o nombrarse como deseen o la propia eutanasia
"Todo el mundo se pregunta qué hacer con la prostituta, qué ley establecer para ella, cómo organizar su vida. ¿Es que van a hacer lo mismo con los vendedores de caramelos o con los periodistas? Al fin y al cabo, ¿con qué derecho quieren decidir en nuestro lugar? ¿Para protegernos de los proxenetas? Es el pretexto. Siempre, desde hace mucho, para no escuchar nuestros problemas, para ahogar nuestra voz, se ha hecho mucho ruido a propósito del proxenetismo. La izquierda, la derecha, las feministas, los cristianos, todo el mundo quiere protegernos".
Claude Jaget, Una vida de puta (Lyon, 1975).
Ha habido dos grandes fracturas dentro del movimiento feminista español. En 1979, se divide por las dificultades de convivencia entre aquellas organizadas en el asociacionismo de mujeres de aquellas otras que militaban, además, en partidos políticos u organizaciones mixtas. La segunda fractura se produce años después, en 1987, a consecuencia de las diferentes posturas que se dan en torno a la pornografía (entre quienes la rechazan y entre quienes se plantean que la pornografía en sí misma no tiene por qué ser mala o la peor expresión del machismo). Hay un tercer gran debate encarnizado que viene a expresar una vez más la diversidad de los "movimientos feministas" y que tiene lugar en los últimos años: el trabajo sexual para unas, la prostitución como violencia de género para otras.
En los años 70, en Estados Unidos comienzan a darse los primeros pasos para la organización de prostitutas (no deja de ser curioso que se aliaran con amas de casa y lesbianas, las peor consideradas dentro del movimiento). En 1975, un grupo de prostitutas francesas se encierran en Lyon para exigir respeto y derechos. En 1980, en Bruselas tenía lugar un congreso internacional de prostitutas en donde se abogaba por: la autodeterminación sexual, el derecho al aborto, por la libertad para mantener relaciones con personas del mismo sexo, con varias personas a la vez, con gente de diferentes naciones o ideas religiosas y a practicar sexo a cambio de dinero.
En 1990, en Madrid, tiene lugar un debate organizado por la Comisión Antiagresiones en torno a la prostitución. En una mesa redonda asisten las prostitutas Carla Corso y Puri Gutiérrez, italiana y española respectivamente. Sus experiencias de vida, sus ideas en torno a la sexualidad de hombres y mujeres hicieron tambalear algunas de las concepciones que, desde el desconocimiento de su realidad, existían desde el feminismo en torno a la prostitución y las prostitutas.
Anteriormente, existían (y continúan existiendo) proyectos que facilitaban "ayudas" puntuales a las prostitutas, pero no organizaciones reivindicativas, conformadas por prostitutas y activistas, exigiendo derechos para estas mujeres eternamente olvidadas a nivel institucional. A finales de los 90 ya existen asociaciones, en diferentes lugares del Estado, con una andadura de desestigmatización de las prostitutas y, por tanto, de la actividad económica que realizan, casi todas trabajan desde la perspectiva de derechos humanos y feminista. En esos años, la inmigración de mujeres que deciden trabajar en prostitución modifica el panorama. Son años de persecuciones en las zonas de ejercicio de prostitución, por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, y las expulsiones de irregulares están a la orden del día. Las inmigrantes ni pueden declarar que su actividad económica es la prostitución ni que cuentan con recursos para vivir y trabajar y poder conseguir los ansiados papeles de residencia y trabajo.
En 2003 salta la alarma de la existencia de trata de personas en Europa y algunas organizaciones trabajan para conseguir la atención necesaria hacia este problema por parte de los Gobiernos. Los esfuerzos han merecido la pena: a día de hoy el delito de trata de personas se ha incorporado al Código Penal español y, aunque con deficiencias en cuanto a la necesaria protección de las mujeres, la situación ha mejorado. Desde el punto de vista ideológico, muchas argumentaciones se basan en la existencia de trata para invalidar el trabajo del sexo y, por desgracia, en ocasiones, se ha perseguido a las trabajadoras del sexo con la excusa de la existencia de ésta. Algo que no sucede en otras actividades económicas donde también se da (el sector agrícola, los talleres textiles, etc.).
Las prostitutas estaban abandonadas a su suerte: nativas e inmigrantes son identificadas, sin motivo alguno, de forma constante por la Policía. En 2003 tiene lugar la primera manifestación de prostitutas en Madrid, a la que seguirán otras en Barcelona, casi por los mismos motivos de acoso institucional. En 2004, el Ayuntamiento de Madrid formaliza este acoso en el llamado Plan contra la esclavitud sexual de las mujeres y califica la prostitución como "una forma de violencia contra las mujeres". En 2005, el tripartito catalán aprueba la Ordenanza de medidas para fomentar y garantizar la convivencia ciudadana en el espacio público de Barcelona con lo que supone de atosigamiento a las prostitutas que ya lo tienen más complicado, aquellas que captan a su clientela en la calle (esta misma forma de actuar se ha trasladado a muchos municipios).
Las manifestaciones de protesta y contra las multas hacia las prostitutas se suceden y muchas mujeres, sobre todo latinas, comienzan a autodenominarse "trabajadoras del sexo". El interés por parte de las instituciones en "criminalizar" a las prostitutas y en convertirlas en "chivos expiatorios" de cuanto sucede en las ciudades produce una mayor autoorganización, muchas no están dispuestas a que se las siga juzgando, que se siga hablando en su nombre, que se les niegue la capacidad de decisión. Las trabajadoras del sexo están cada día más empoderadas y hacen bastante ruido para exigir derechos laborales que mejoren sus vidas y sus trabajos. Tanto que algunas de ellas han ocupado las tribunas del Congreso y del Senado y se han dirigido a sus señorías reclamando derechos. Y no es algo sencillo porque, previo a ello, has de presentarte públicamente designándote como prostituta.
La situación de las trabajadoras del sexo no interesa a los Gobiernos, no es un asunto "prioritario" en sus agendas, aunque las tienen muy en cuenta a la hora de hacerles la vida algo más difícil, hablan de medidas sociales que jamás se concretan y atacan al sector más visible y desprotegido: quienes captan a su clientela en la calle.
La posibilidad de inscribirse y registrarse en la Clasificación Nacional de Actividades Económicas (CNAE), dentro de la categoría "servicios personales especiales" y como "trabajadora del sexo", es posible. Muchas mujeres con nacionalidad española lo han hecho. Otras comienzan a organizarse en la modalidad de cooperativa de trabajo asociado, como acaba de suceder este año en Ibiza. Pero las trabajadoras del sexo que captan a su clientela en la calle necesitan lugares acondicionados donde trabajar con tranquilidad, sin molestar ni ser molestadas, sin ser perseguidas ni ser multadas (tampoco sus clientes porque, si se les multa a ellos, ellas se quedan sin ingresos). Quienes, por el contrario, por no contar con nacionalidad española o porque prefieren la seguridad de un espacio cerrado (clubes, pisos, etc.) continúan trabajando en condiciones laborales inaceptables en cualquier otra actividad económica.
El Congreso, por su parte, acaba de aprobar multas para quienes ejerzan en carreteras y afectará a toda la geografía española y el anteproyecto de Ley de Seguridad Ciudadana, ya conocida como ley mordaza, insiste en el capítulo "multas".
Mi cuerpo es mío”      es una de las consignas más antiguas de los movimientos feministas
"Mi cuerpo es mío", escribía sobre su pecho una de las mujeres que se manifestaron el sábado día 15 de febrero de 2014 en la calle de la Montera de Madrid. "Mi cuerpo es mío" es probablemente una de las consignas más antiguas de los movimientos feministas, una reivindicación que dice mucho sobre la insumisión ante los preceptos patriarcales que han dado siempre a entender que no, que los cuerpos no son nuestros, que los Gobiernos pueden hacer y deshacer a su antojo, que pueden decidir quién aborta o no, quién puede ser madre o no y con quién, que decide que las prostitutas por decisión propia han de estar bien calladas. "Yo soy fulana y tú mengana y hacemos con nuestro cuerpo lo que nos da la gana", es otra de las consignas coreadas en la manifestación, o éstas otras: "Somos guapas, somos listas, somos putas feministas", "Ni víctimas ni esclavas, nosotras decidimos".
Muchas cuestiones que tienen que ver con la corporeidad (y la sexualidad) sigue juzgándose por parte de los Estados, insólitamente en los tiempos que corren: el derecho al aborto, los derechos laborales de las prostitutas, las resistencias a facilitar las vidas de las personas transgéneros y a modificar sus cuerpos o nombrarse como deseen o la propia eutanasia.
Solidaridad entre mujeres es la esencia del feminismo, solidarizarse con las víctimas de trata supone denunciar los casos de deportaciones injustas y exigir verdadera protección sobre ellas; y también significa acompañar a las trabajadoras del sexo en sus exigencias, y actualmente no son demasiadas: que dejen de multarles y perseguirles y que se les otorguen derechos laborales, porque nadie vive mejor sin ellos.



REFERENCIA CURRICULAR
Mamen Briz es periodista (UCM) y Master en Género y Políticas de Igualdad entre Mujeres y Hombres por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Ha formado parte de la Asamblea de Mujeres de la UCM, de la Comisión Antiagresiones del MF y desde su fundación, en 1995, en Hetaira. Ha publicado diferentes textos sobre comunicación en género en diversos libros colectivos y es editora, junto con Cristina Garaizabal, del libro La prostitución a debate. Por los derechos de las prostitutas. Es guionista, entre otros, de los cortometrajes Túnel número 20 (Premio Goya 2003 al Mejor Cortometraje Documental), Pelonas (Primer Premio Guiones Ciudad de Albacete 2003), Rompiendo Géneros (Premio Festival de Cine LGTB de la ciudad de Badajoz 2005) y del making of de la película Princesas, de Fernando León de Aranoa y del videoclip Me llaman Calle, de Manu Chao.

jueves, 22 de mayo de 2014

Autores que hacen gala de su documentación como clientes de la prostitución. Novelas (Bibliografía)

-Jose María Cañas Baños:"la Prostitución después de la Guerra Civil Española" Prostitución y Sociedad

- La Rebelion de las Muchachas"novela) de Mariano Tudela.

-La Madrugada de las Mercenarias". novela documental de Juan Ramón Saiz Viadero.

-Conversaciones con la Mari Loly, cuarenta años de prostitución en España" documental?) 
- F. Vizcaino Casas, "Niñas al Salón".

 Los cuatro autores referidos, hacen gala de su documentación como clientes.

En el Puerto de Santa María, Cádiz.

 El acoso de las prostitutas se va extendiendo por múltiples localidades españolas... mueres, la mayoría migrantes, que ya tienen que trabajar en condiciones muy duros, con tarifas bajas porque ha caído la demanda en picado...y que sean tratadas como delincuentes cuando lo único que hacen es ofrecer sexo a cambio de dinero para mantener a sus familias.


http://www.diariodecadiz.es/article/elpuerto/1777358/las/prostitutas/puerto/se/rebelan/contra/las/multas/por/ejercer/la/calle.html


Las prostitutas de El Puerto de Santa María han recibido las primeras multas por incumplir la ordenanza municipal que les prohíbe trabajar en la calle, unas sanciones que pueden llegar a los 3.000 euros y que hoy, de la mano de la Asociación de Pro Derechos Humanos de Andalucía, han recurrido.

La presentación de las alegaciones contra las multas se ha convertido hoy a las puertas del Ayuntamiento de El Puerto de Santa María en un acto de rebeldía contra esta legislación municipal que se aprobó hace dos años.

Una protesta que han llevado a cabo, en nombre de las prostitutas, miembros de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía que con caretas amarillas y enarbolando carteles en los que se leía "por un espacio digno donde trabajar" y "No a las multas" han interpuesto en su nombre los recursos contra las sanciones en el registro municipal.

A su salida, María Casso, delegada en la Bahía de Cádiz de la APDH, ha leído un manifiesto en el que la organización denuncia que esta ordenanza ha supuesto una "paulatina precarización" de las condiciones en la que las personas que ejercen la prostitución en la ciudad desarrollan su trabajo.

"Mientras se favorecen los intereses de los empresarios de los grandes clubes, el riesgo de ser multadas lleva a muchas personas a plantearse el pasar de un trabajo que gestionan de forma autónoma en la calle, a otro en el que horarios, tarifas y lugares son controlados por empresarios del sector", ha asegurado.

En el manifiesto la APDH explica que el colectivo de trabajadoras sexuales de la ciudad "ha reivindicado un espacio para trabajar sin molestar y sin ser molestadas ni perseguidas" en unas reuniones en las que sólo, dicen, han conseguido de los responsables municipales "buenas palabras y pocas intenciones de solucionar el problema".

Y denuncian que desde principios de año, "la única respuesta" que el colectivo ha obtenido del gobierno local es "la imposición de multas desorbitadas (1.500 euros pero pueden ascender a 3.000)", algo que agrava la situación "de incertidumbre e inseguridad" del colectivo.

La APDH, que desde que se puso en marcha esta ordenanza ha denunciado sus nocivas consecuencias, ha decidido defender a las prostitutas ante una ordenanza que, en su opinión, vulnera derechos de las personas.

"La saña contra las prostitutas ha sido siempre un mecanismo de control con respecto a todas las mujeres, luchar contra ese estigma es uno de los objetivos en el trabajo por los derechos de las trabajadoras sexuales", añade la APDH en el manifiesto en el que afirman que ordenanzas municipales como la de El Puerto "legitiman el estigma y le dan rango de ley".

Por eso han exigido la retirada de esta ordenanza, una normativa que, según explica Talia Ardana, miembro del área de prostitución de la APDH en la Bahía de Cádiz, se ha extendido por muchos otros municipios españoles.

Hasta ahora no han sido más de cinco, de un colectivo que no supera las 25 en la ciudad, las que han recibido las multas, unas sanciones que son recogidas en una ordenanza municipal que también penaliza, según la APDH, ejercer la mendicidad en la vía pública o tocar música en la calle.

Con el apoyo jurídico de la asociación, los recursos interpuestos contra las multas destacan que las sanciones no van dirigidas a "hechos consumados" porque los agentes no tienen ninguna prueba de que las sancionadas estuvieran realizando actos sexuales en la vía pública.

"Con estas multas se señala a un colectivo, no a la actuación de una persona", explica Talia Ardana, que asegura que esta normativa "está teniendo consecuencias nocivas y nefastas" para estas mujeres.

viernes, 16 de mayo de 2014

Trabajo sexual no es sinónimo de trata ni de esclavitud

 http://elestantedelaciti.wordpress.com/

http://sexandthestate.com/how-calling-sex-work-human-trafficking-hurts-women/
En el debate acerca de si la prostitución debería ser legal, vuelve recurrentemente la cuestión de su efecto sobre la trata de seres humanos. MonkeyCage hizo recientemente un enlace a un artículo de World Development que pretendía demostrar empíricamente que “los países que han legalizado la prostitución tienen, según los informes, mayores afluencias de trata de seres humanos que los países similares en los que la prostitución es ilegal”.
Mi primer pensamiento fue que la prostitución no es realmente legal en esos países. Suecia, por ejemplo, tiene unas leyes terribles e ineficaces que pretenden acabar con la demanda. Arrojar a menos señoras a la cárcel y centrarse más en los clientes no es legalización; es cambiar a quién victimizas. Y mi segundo pensamiento fue, ¿a qué están llamando trata de seres humanos?
The Guardian citó recientemente al subfiscal de la corona del Reino Unido, Oliver Head QC, describiendo a las “víctimas” de trata como personas que, para escapar de sus países de origen, pagan una gran cantidad de dinero que luego se ven forzadas a devolver. “Pueden haber pagado tanto como 70.000 euros por su pasaje a Europa, una deuda que supone su esclavitud”. Esto no es esclavitud, es servidumbre por deudas, y afectó a dos tercios de los inmigrantes que llegaron a América procedentes de las islas británicas en el siglo 17.
Lxs activistas antiprostitución y antiinmigración han secuestrado el término “trata de seres humanos” para describir cualquier situación de una persona que cruce una frontera para hacer trabajo sexual.
Como explica Maggie McNeill:
La gente antisexo creó una mitología en la que la típica trabajadora sexual es una “niña esclava víctima de trata”, y por tanto secuestró lo que se estaba convirtiendo en una fuerza positiva por los derechos humanos [el movimiento contra la trata], transformándolo en un instrumento de represión; cuando los gobiernos se dieron cuenta de que podrían usarlo como una excusa para restringir la inmigración, se completó la corrupción de una causa noble en una mezquina. 
Por ejemplo, el FBI afirmó haber detenido en una redada a 31 tratantes de seres humanos, incluso sin haber ningún indicio de que sus empleadas hubieran sido retenidas contra su voluntad. Las palabras del agente especial Andrew Arena en la conferencia de prensa que siguió a las detenciones son elocuentes: “El FBI es parte de un aparato que está ahí para proteger a las personas, a veces incluso de sus propias decisiones equivocadas”.
No distinguir a trabajadores de esclavos hace obviamente más difícil rescatar a las auténticas víctimas de esclavitud. Requiere abrazar la insultante idea de que las mujeres no son capaces de decidir dejar sus países de origen y hacer trabajo sexual en el extranjero. Al etiquetar erróneamente a todas las trabajadoras sexuales que necesitan atravesar una frontera como víctimas de trata de seres humanos, estás usando también al estado para despojar a las mujeres de su autonomía. Esto debería importar a todxs, porque una vez que estableces que las mujeres no son capaces de tomar sus propias decisiones, puedes justificar retirarles cualquier clase de derechos y libertades.
Aquellxs interesadxs en la libertad económica y personal deberían trabajar duro para asegurar que el movimiento que intenta acabar con la trata de seres humanos no esté siendo usado para negar a las mujeres el derecho a vivir y trabajar como les plazca. Para conseguir esto, necesitamos una mejor definición de trata de seres humanos. Trata no es la entrega voluntaria  de dinero o servicios a cambio de ayuda para cruzar una frontera. Tampoco lo es conseguir un trabajo como prostituta una vez que la cruzas. Debemos distinguir entre trabajo y esclavitud, y para eso ya existe de hecho una línea divisoria realmente sencilla: el consentimiento. La trata de seres humanos es forzar a alguien a trabajar sin su consentimiento. Cualquier otra definición es equívoca, dificulta nuestra habilidad para encontrar a lxs auténticxs esclavxs y justifica despojar a las mujeres de su autonomía.
Foto via http://thelionproject.org/

miércoles, 14 de mayo de 2014

Juicio contra acusados de trata de seres humanos para explotación sexual

 De la noticia resalto varias cosas... la trata de seres humanos es un delito complejo, porque casi cada caso es único, a veces se tiene la creencia de que son grandes redes operando y no es así, un simple hombre que enamore a una mujer, hace que esta sea vulnerable, el "amor romántico" está siendo una de las estrategias que se usan.
La pena para un delito que tendría que considerarse como de lesa humanidad es muy poca, este delito tiene que tener un castigo mayor. Las víctimas de la esclavitud han de ser resarcidas no solmente a economicamente para poder iniciar una nueva vida, sino que que el estado por boca de algún juez les devuelva la dignidad...
No es suficiente.
Montse Neira, prostituta, activista pro derechos humanos e investigadora social.


 http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/05/13/galicia/1399976663_641760.html

La sección quinta de la Audiencia de Pontevedra juzgará a partir de mañana a Daniel E., acusado de vender por 1.000 euros a su novia, a la que se trajo desde Rumanía hasta Vigo para explotarla sexualmente en el club de alterne que regentaba su madrastra.
El fiscal solicita para ambos 8 años de cárcel por un delito de trata de seres humanos con fines de explotación sexual, al igual que para Juan Valentín P.C., pareja sentimental de la madrastra y que también regentaba un prostíbulo. El representante del ministerio público pide para todos los acusados cuatro años de cárcel por un delito de prostitución coactiva, y a la madrastra tres años más por un delito contra el derecho de los trabajadores, y seis meses para Juan Valentín P.C. como cómplice en este último supuesto.

El fiscal también solicita que los acusados indemnicen a la víctima con 7.000 euros que ha sido  diagnosticada con trastorno de estrés postraumático en grado grave y quien contrajo enfermedades de transmisión sexual en el periodo en el que fue explotada. Según consta en el escrito de acusación, Daniel E. conoció en julio de 2012 a la víctima, quien por entonces tenía 18 años y procedía de una familia numerosa "muy humilde" y en situación de especial vulnerabilidad y marginalidad. El acusado, "con el fin de mover la voluntad de la chica y convencerla de que se trasladase con ella a España", le propuso iniciar una relación y convivió con ella en una habitación arrendada en Rumanía antes de proponerle que lo acompañara a Vigo para que ayudara a su madre en la limpieza del bar que regentaba. Junto a los otros dos encausados organizó el viaje por carretera por el que la chica contrajo una deuda que le obligaron a devolver mediante el ejercicio de la prostitución: de los 20 euros que cobrara por servicio, cinco serían para la mujer y el resto, para Daniel E. El fiscal señala en su escrito que la víctima realizaba jornadas laborales de 12 horas todos los días de la semana sin descanso alguno. En septiembre de 2012, Daniel E. decidió vender a su madrastra por 1.000 euros a la chica, a la que vigilaba y con la que convivía en un piso con otras jóvenes de nacionalidad rumana que también ejercían la prostitución, y se marchó de Vigo. A partir de entonces, los acusados se la llevaron a su domicilio familiar, en Redondela, para tenerla controlada y pasaron a cobrar íntegramente toda la recaudación que generaban los servicios sexuales que ésta prestaba. En la entrada y registro efectuada por la Policía en el domicilio de estos dos acusados, fueron hallados, entre otras cosas, 7.000 euros provenientes de su actividad ilícita. Además, comprobaron que el número de teléfono de la acusada era el utilizado por la víctima para llamar a su padre en Rumanía bajo la supervisión de los acusados. Daniel E. permanece en prisión provisional desde el 1 de marzo de 2013 por esta causa, mientras que su madrastra lo estuvo hasta el 23 de julio del mismo año.