lunes, 28 de julio de 2014

Montse Neira: Charla debate en Lugo

Montserrat Neira falaranos da repercusión que ten para moitas mulleres explotadas ter que cargar co estigma de "prostituta" imposto polos voceiros da moral cristiá e, tamén, por críticas maniqueistas e abolicionistas. Así mesmo, relatará a hipocrisía das políticas de rescate estatais, o paternalismo con que son tratadas, a violencia das institucións retratada nas ordenanzas que penan á prostitución con cuantiosas multas económicas e no papel represor da policía que acosa ás prostitutas de barrio mentres custodia as casas de políticos que pernoctan con outras, pero iso si: "de luxo". En definitiva, as consecuencias derivadas dunha vulneración preocupante dos dereitos fundamentais que lle asisten a estas mulleres, non só por exercer este traballo, senón polo mero feito de seren seres humanos.
A palestra terá lugar no Ateneo libertario A Engrenaxe, o 8 de agosto, ás 20:30 h.

martes, 22 de julio de 2014

Revalorización urbanística, prostitución callejera y corrupción administrativa. Primera aproximación etnográfica a la calle d’en Robador de Barcelona

El ingeniero Joaquín Quílez, conducido al juzgado por dos mossos, el 31 de marzo del 2009. archivo / ricard cugat
Los casos más famosos son los que se han producido alrededor de los macro burdeles Saratoga y Riviera del vecino municipio de Castelldefels donde están implicados, entre otros el jefe de la “Unidad contra las Redes de Inmigración y Falsedades Documental” (UCRIF) de la Policía Nacional, Abundio Navas.
A los directores de los prostíbulos se les acusaba de cohecho, proxenetismo, contra los derechos de los trabajadores e inmigración ilegal. De hecho, en marzo de 2009 la jueza descubrió las irregularidades municipales mientras investigaba una trama de corrupción policial vinculada a la adjudicación de licencias fraudulentas en burdeles o la negativa a ser inspeccionados por la
administración. En el caso de los búrdeles estaban implicados los técnicos del Ayuntamiento de Barcelona: el ingeniero municipal Joaquín Quilez acusado de cobro de sobornos a comerciantes de Ciutat Vella- y el del jefe de licencias del distrito de Ciutat Vella Heliodoro Lozano .
Se concluye entonces que la expulsión de estas actividades comerciales
informales (la compra venta callejera de servicios sexuales) no se explica solamente por una especie de fundamentalismo higienista o cívico de los legisladores municipales. Este acoso y expulsión de usuarios y trabajadoras también se entiende des del punto de vista de su explotación dirigida a la producción plusvalías para terceros en los opacos burdeles o para que se introduzcan en un mercado laboral institucional altamente precarizado (p.218).
Este artículo ensaya una necesaria antropología de la corrupción. Los que investigamos en lugares donde se convoca de una manera u otra la corrupción política o administrativa, no podemos mirar a otro lado cuando ésta afecta directamente nuestro objeto de estudio.
En este caso se descubre una correlación entre el asedio a la trabajadoras sexuales de la calle d’en Robador y los intereses personales de técnicos municipales implicados en tramas corruptas. Siguiendo el análisis de Loïc Wacquant lo que aquí se muestra es que, mientras se persigue la prostitución de calle, se amplían y se vuelven más opacos los macroburdeles de la ciudad. En el caso de estudio de esta etnografía, resultó que podían ser los mismos técnicos municipales que se lucraban extorsionando a pequeños empresarios de la zona, los que azuzaban la criminalización de las trabajadoras sexuales de la calle y los que mantenían sus oscuros negocios en los macroburdeles -ahora clausurados- Riviera y Saratoga de Castelldefels de así como el Bailén 22 de Barcelona.
El artículo -aunque con fecha de 2013- se acaba de publicar en  Antropolítica: Revista Contemporânea de Antropologia, n. 35 de la Universidade Federale FLuminense. Gracias a Nilton Santos y demás colegas que han hecho posible que este número por fin saliera a la luz

Fuente: http://intensificantvidesnervioses.wordpress.com/2014/07/22/revalorizacion-urbanistica-prostitucion-callejera-y-corrupcion-administrativa-primera-aproximacion-etnografica-a-la-calle-den-robador-de-barcelona/


viernes, 18 de julio de 2014

Grisélidis Réal: escritora, pintora, prostituta. La vecina de Borges en un cementerio de Ginebra

Grisélidis Real ha sido y es mi principal referencia, la que me dio, juntamente a Marga Carreras y Valeri Tasso, el coraje para dejar de sentir miedo, vergüenza y culpa, plantó cara juntamente a compañeras suyas, para luchar contra la violencia de los clientes y la polícia..y es más no es que ella sea la vecina de Borges, sino que Borges es el vecino de Grisélidis...

Montse Neira, prostituta y bloguera y escritora.

http://www.fronterad.com/?q=griselidis-real-escritora-pintora-prostituta-vecina-borges-en-cementerio-ginebra

Renée Kantor - 17-07-2014

Sobre una de las lápidas del prestigioso cementerio de los Reyes en Ginebra están grabadas estas tres palabras: Ecrivaine, peintre, prostituée y, entre paréntesis, dos años: 1929-2005. En la sepultura reposa Grisélidis Réal, rodeada de otros muertos lustres, como el escritor Jorge Luis Borges y el teólogo protestante Juan Calvino. Justo ella, la puta anticalvinista, que deseaba permanecer bien lejos de la “terrible religión judeocristiana y su noción hedionda del pecado”. La muerte permite que suceda lo inesperado: que el cielo y el infierno se junten. Aunque estar enterrada allí haya sido su deseo, que se cumplió el 9 de marzo de 2009, cuatro años después de su fallecimiento. Una última burla, una epifanía explosiva, dirigida a la Suiza biempensante y calvinista que lo vivió como una profanación.

Escribir sobre Grisélidis Réal (escritora, pintora, prostituta) es reunir los datos de varias vidas y construir con ellas otra vida que no se asemeja a ninguna. De ella se ha dicho y escrito de todo. Dicen que estaba loca. Que era un genio. Dicen que era autoritaria, agresiva y vulgar. Que era una humanista, una maldita. Grisélidis, alguien siempre al borde pero ¿al borde de qué? ¿Quién era Grisélidis Réal? ¿Quién fue esta mujer con nombre de actriz trágica griega, aspecto de gitana y voz rugosa? ¿En el pequeño demonio de Egipto, país donde pasó su infancia, cómo la llamaban de niña? ¿Una puta revolucionaria ?¿Una idealista ingenua ?

—Una puta iconoclasta al borde del quebranto.

Así la definió Yves Pagés, responsable de la editorial francesa Verticales, en el prólogo del libro Mémoires de l’inachevé (Memorias de lo inacabado), una recopilación que reúne sus cartas escritas entre 1954 y 1993. Un intercambio con personalidades de renombre como el escritor suizo Maurice Chappaz, un interlocutor esencial; con una de sus dos hermanas menores, con sus numerosos amantes. Una conversación literaria por momentos irascible, por momentos lírica. Una forma de autobiografía epistolar. En sus cartas pasa sin pausa del arrebato a la desesperanza, de un elogio ardiente y vivaz a la convicción de que “la vida es un asesinato permanente”.

—Creo que las cartas eran un pretexto para lanzarse a la escritura. Grisélidis era un ser que se guiaba por el deseo. No era alguien capaz de escribir en el vacío, ella escribía dentro de una relación. No escribía para cautivar literariamente, ella escribía para seducir a alguien. Estamos cerca de la novela libertina del siglo XVIII por sus descripciones de época y sus confesiones íntimas –explica Pagès desde París, por  teléfono.

Grisélidis Réal nació en Lausana, Suiza, en 1929. Murió setenta y seis años más tarde reivindicando toda su vida dos profesiones: prostituta y escritora. Hija de profesores, un padre helenista que falleció cuando ella tenía nueve años, pasó su infancia en Egipto, en Alejandría donde su padre –Walter Réal– era director de la Escuela suiza. “Tuve la posibilidad de tener padres intelectuales”, dirá ella al evocar su infancia. Al morir su padre, ella y sus hermanas menores –Corinnne y Viviane– recibieron una educación rígida y opresiva por parte de su madre, galerista en Ascona, un pueblo suizo. “A su madre le costaba mucho manejar a sus tres hijas”, cuenta Igor Schimek, su hijo mayor. “Ella tenía un modo muy abusivo de examinar el cuerpo de sus hijas, incluso sus partes más íntimas. Para mí se trata claramente de un abuso sexual”. Es que cada noche sucedía algo que iba más allá del sometimiento. Gisèle Réal Bourgeois obligaba a sus tres niñas a ponerse en fila sobre la cama, con las piernas al aire y abiertas para inspeccionarles el sexo. “Ah, está rojo. Serás castigada”, le decía a su hija mayor, Grisélidis, la única traicionada por ese color acusador. Cuando amainaba la presión incesante de su madre, era en la escuela donde la llamaban el demonio de Egipto. “Es mala, toma un látigo o una correa, le pega a sus hermanas y luego les cuenta historias de dragones y de brujas para darles miedo, las hace sufrir y les impide dormir”, se puede leer en su libreta escolar, transcrito en el prólogo de uno de sus libros.

También fue su madre quien la llamó Grisélidis –un nombre suave y sonoro– inspirándose en un cuento en prosa de Perrault, La marquisa de Salusses o La paciencia de Grisélidis, la historia de una granjera que se casa con un príncipe locamente enamorado de ella. Pero Grisélidis no tuvo esa suerte. Los padres de sus cuatro hijos la olvidaron. No hubo príncipe azul que la rescatara sino un breve paréntesis de paz mientras estudiaba en la escuela de artes aplicadas de Zúrich. Luego se instaló en Ginebra, donde se casó a los veinte años. Tuvo a su primer hijo a los veintitrés (Igor), se separó de su marido y tres años después, con otro hombre, tuvo a su única hija (Éléonore); luego nuevamente un hijo (Boris) junto a su primer marido y al año siguiente dio a luz al cuarto niño (Aurélien). Con solo treinta años era una mujer con cuatro niños de tres padres diferentes. Una madre sin recursos, que pierde y recupera de manera intermitente la guarda y custodia de sus hijos, que estarán o en casa de sus suegros o en familias de acogidas o en institutos.

—Grisélidis era una persona extrema, alguien que ha ido muy lejos en sus elecciones –explica Pagès–. Era una mujer terriblemente contradictoria: una madre capaz de sacrificarlo todo por sus hijos, pero que cuando los recuperaba sentía que no podía más y los daba. Yo diría que era la misma relación que tenía con la prostitución, ligada a la autodestrucción. Lo que me gusta, lo que me atrae de ella, es justamente la presencia de esas pulsiones contrarias. Era un ser impuro, en el sentido de que no era completamente una madre, ni completamente alcohólica, ni completamente una prostituta, ni completamente escritora o pintora. Era una aventurera.

En Confession d’une ancienne prostituée (Confesion de una antigua prostituta), su propio elogio fúnebre escrito en 1999, se lee: “Sí, he vivido y sobre todo me desintegré demasiado pronto, por todo: por haber muerto de hambre, por la ausencia de mi padre, por la presencia de una madre demasiado severa y sin embargo muy cariñosa, reventé por mi tuberculosis, por mis fracasos escolares, por la angustia delante de la policía, por las noches en busca de dinero, reventé de amor. Sí, he tenido cuatro niños, por casualidad, porque en aquella época la píldora no existía, y he estado embarazada once veces y todas las lágrimas del mundo no resucitarán a esos pobres embriones inocentes, masacrados a golpes de abortos más o menos oficiales y sangrientos, el último en prisión”.

¿Cómo entender esas líneas tan crueles? ¿De dónde colgar esas palabras cuando se es hijo?

—Creo que ella era un genio y también, como dijo el periodista Jean-Luc Hennig, quien la conoció muy bien, creo que Grisélidis estaba loca. Pienso que tenía un problema de personalidad, que era probablemente borderline. Tal vez haya encontrado en su forma de vida una manera de poner allí todo su talento y su energía en un combate que le ha permitido no enloquecer del todo. Grisélidis es alguien por quien yo tengo un enorme respeto. Me parece que al final de su vida adquirió una gran estatura como figura, una mayor trascendencia. No por el reconocimiento social, sino por sus reflexiones. Estoy muy orgulloso de mi madre, del ser humano que ha sido.

Esto dice Igor Schimek, 62 años, por teléfono, desde Vétroz, un pueblo suizo de cuatro mil habitantes. Hijo mayor de Grisélidis, fruto de su matrimonio con un joven pintor, Sylvain Schimeck. “Fue –afirma Igor sobre sus padres– un amor loco que terminó mal”. Para Igor, el encuentro con su madre –con esa madre– fue como saltar al abismo. Él la comprende, la estudia, como quien observa las caras de un poliedro. Pero también, como quien intenta descifrar las múltiples metamorfosis de la locura.

—Conocí a Grisélidis cuando acababa de cumplir mis diecisiete años. Ella me abandonó, me entregó a los seis meses a mis abuelos paternos porque, todo hay que decirlo, fue un abandono a pesar de las dificultades que tenía para educarme y para que no le quitaran la custodia. Mi padre jamás se ocupó de mí y mis abuelos impidieron todo contacto con Grisélidis. Tenían buenaa intencionwa, pero no creo que haya sido la mejor decisión.

A lo largo de la larga conversación telefónica, Igor llamará a su madre por su nombre: Grisélidis. “Jamás le dije mamá. Éramos como dos viejos amigos”. Antes del encuentro con su madre durante la adolescencia, Igor recuerda haberse cruzado con ella una o dos veces, cuando ella intentaba un acercamiento a escondidas. “Yo estuve muy traumatizado por el abandono, me ha costado mucho enamorarme y ser un compañero eficaz, ya que tenía un gran litigio que resolver con las mujeres”. Igor es el único de sus hijos que aceptó ofrecer su testinonio. Sus otros dos hermanos aceptan, a veces, entrevistas “aunque viven de un modo muy marginal. Yo soy el más normal de los cuatro”. Pero el gran misterio es Éléonore, su única hija, quien jamás aceptó hablar públicamente, la única que lleva el apellido Réal, ya que su padre no la reconoció. Cuando Igor habla de su hermana lo hace con una ternura arrolladora, pero su voz refleja inquietud. “Éléonore –dice Igor– ha idealizado mucho a Grisélidis durante su adolescencia y quedó prisionera de un modelo que no le es posible ni imitar ni superar. Tal vez no acepta participar en reportajes porque no quiere hablar mal de Grisélidis, pero tampoco quiere hablar bien. Ella no logró existir por sí misma”. Éléonore no logró liberarse de su propia biografía. Pero no fue la única. Sean valientes, combatientes, luchen contra la injusticia social, sean artistas. Ese fue el mandato que Grisélidis lanzó a sus hijos. Y de alguna manera –como pudieron– la escucharon: Igor es músico amaficionado además de educador especializado, Éléonore pinta, Aurélien es músico profesional, Boris esquivó el precepto artístico y vive alternativamente de un empleo de chofer o de trabajos esporádicos.

“Grisélidis no era especialmente aplastante, pero tenía una personalidad que no facilitaba la realización personal de sus hijos”. Tal vez, como dice Igor, no haya sido aplastante pero fue, sin duda, una mujer abrumadora. Actuó, habló, escribió, desde el hogar de los disidentes, de los malditos, de los que vivieron una infancia arrasada y a los que supo consolar gracias a “la compasión, la elegancia y al conocimiento duramente adquirido del alma y del cuerpo humano”. Grisélidis fue alguien capaz de saltar sobre el espacio ciego de la cárcel, la prostitución, la falta de dinero, los hijos dispersos, sin que aquello le haya impedido escribir, bailar, militar, amar. Alguien decidida a habitar un lugar en el que “ningún acto es razonable si no es sucitado en el fondo de nosotros mismos por nuestros deseos escondidos”.

En el documental Prostitución, filmado en 1976 por Jean-François Davy, se ve a Grisélidis en su pequeño apartamento de la rue du Cherche Midi en París, una superficie exigua donde se amontonan almohadones, libros y algunas plantas, todo envuelto en una humareda y arrullado por la música cíngara. Se la ve hermosa con su pelo negro largo y espeso, sus rasgos serenos. Baila rodeada de hombres y mujeres que la observan como devotos frente a la sacerdotisa de un culto divino. En un momento, fija su mirada como una flecha y enuncia el carácter casi sagrado de su misión: “Quiero que las putas puedan follar libremente, en cualquier lugar, en la estratosfera, en donde sea con tal de que estén contentas. Lo que yo quiero es la li-ber-tad”, dice y ríe como quien arroja un rugido al aire. La que habla es la puta revolucionaria. La militante.

Pero no siempre fue así.

En Zúrich, donde estudió arte y decoración durante los primeros años de la década de los 40, llevó adelante una vida bohemia en la que el amor dejó sus marcas. “Soy tan feliz de ser débil, a merced de mis instintos, que me siento libre como los planetas”, escribió en una de sus cartas. Años después, en 1952, regresó a Lausana donde se suceden casamiento, hijo, divorcio, amantes, más hijos. Se ganó la vida como podía: modelo de pintores, telefonista, camarera, venta de pañuelos de seda con sus propios dibujos. Hasta que en 1961, a sus treinta y dos años, rompió el círculo de los trabajos precarios, de la vida que se deteriora, de los interrogatorios, de los expedientes, de mentir “cuando hace falta” a las asistentes sociales, a los jueces, y huyó de Suiza sin dinero, con dos de sus cuatro niños (Éléonore y Borís) y un negro americano salido del asilo. Juntos viajaron a Alemania. Se instalan en el barrio de artistas de Múnich- Schwabing, y para sobrevivir da sus primeros pasos en la prostitución bajo el seudónimo de Mimí. “La prostitución se presentó como una suerte de derrota. No tenía elección. Tenía que comer todos los días”, dirá en una entrevista en 2002.

En sus comienzos Grisélidis Réal no estaba convencida de hacer un trabajo de utilidad pública, la vocación le vendrá sólo con el tiempo. En una carta dirigida al periodista y escritor francés Maurice Szafran, escribe: “Lejos de ser un placer es más bien una tortura, la demolición del alma y del cuerpo. Cada mañana, al amanecer, cuando me acuesto, agotada, me parece que un rebaño de puercos me pasó por encima, que me pisotearon, magullaron, babeado encima, escupido en mi cara, en mis ojos, en mis orejas, en mi boca. Es una sensación de humillación y de horror que me empujaría, más allá de la náusea, hasta la muerte. Si me dejara llevar podría fácilmente, muy fácilmente, matar. Ves, no estoy hecha para esto, y si no tuviera niños, robaría, mendigaría más bien”. Pero su discurso pronto cambiará. Si antes afirmaba que “desnudarse hasta el hueso, así, delante de la muchedumbre, es terrible”, a comienzo de los años 70 afirmará que “la prostitución es una ciencia, un arte, un humanismo…”.

Claro que todo eso vendrá luego.

Entre tanto, como Sísifo, Grisélidis fue condenada a empujar su enorme piedra cuesta arriba. Una y otra vez. En 1963 pasó siete meses en una cárcel de Múnich, acusada de haber vendido droga a soldados americanos. “La vida en la prisión continúa. Afuera, la primavera maravillosa, deslumbrante, jugosa, se desparrama en nosotros y apenas podemos percibir una pizca dentro de las celdas”, escribió en su diario de prisión Suis-je encore vivante (Todavía estoy viva). En esa época se siente cerca de escritores como Henry Miller y devora Diario del ladrón, de Jean Genet, “escritores capaces de hacer frente a todos los agentes de Calvino”. Leer la alejaba de la soledad y escribir la salvaba de la marginalidad. En una carta dirigida a su primer editor, Bertil Galland, explica por qué escribe: “para hacerme bien y no asfixiarme, porque en la vida no se puede aullar, morder ni matar para vengarse de ciertas cosas”. De vuelta en Ginebra, a finales de 1963, llevará adelante y dando tumbos, la doble vida de prostituta y –siempre que los servicios sociales se lo permitían– de madre. Se instaló en el barrio Pâquis, conocido por sus putas, sus incendios, sus proxenetas y las borracheras. Sobre la puerta de entrada de su apartamento colgó un cartel con la inscripción Solange–cortesana. Allí recibía tanto a los obreros turcos, españoles y marroquíes, como a la alta burguesía suiza, hombres que “nosotras salvamos del suicidio y de la soledad, aquellos que encuentran en nuestros brazos y en nuestras vaginas el impulso vital del que se les frustra en todo otro lugar”.

Ahora bien, a partir de 1969 sucede algo. Grisélidis deja de ejercer la prostitución gracias a una beca destinada a escribir su primera novela, Le noir est une couleur (El negro es un color), que se publicará en 1974 en la editorial Galland. Es un texto autobiográfico donde narra los dos años (1962-1963) de su desbordada vida en Múnich. Su huída a Alemania junto a un amante esquizofrénico, donde descubre el jazz, los cabarets nocturnos y semiclandestinos, la prostitución, la droga y la solidaridad de las familias gitanas supervivientes de los campos nazis que viven en terrenos baldíos de la ciudad alemana. “Con un júbilo salvaje abandoné todo: la pequeña vida triste y tranquila, las sesiones de modelo para los pintores, la furtiva miseria de cada día”. Pero sobre todo relata su encuentro con Rodwell, un soldado negro americano con el que vivirá una pasión devoradora: “Sí, nos hemos amado, nos hemos drogado, nos hemos destruido bajo los gritos roncos del jazz”, se lee en el prólogo.

—Grisélidis describe con gran precisión la complejidad del alma humana. Los extremos a los que se puede llegar. En 1966 viajó a Estados Unidos, donde recorrió los barrios negros de Chicago para intentar encontrar a Rodwell, de quien no tiene ningún dato y por quien mantiene una pasión intacta. Este tipo de aventura sin sentido muestra hasta qué punto ella era capaz de llegar, sin medir las consecuencias –afirma Yves Pagès.

Grisélidis escribía, siempre, en todo momento, en toda situación, sin parar. La escritura fue una maldición necesaria sin la cual no había supervivencia posible. “El único amor que nos queda es una hiena silenciosa que nos roe las tripas. Sí, eso es escribir”, dice en una de sus cartas. Fue el periodista y escritor Jean-Luc Hennig quien la descubrió cuando buscaba testimonios para escribir sobre la prostitución masculina y terminó siendo el autor de varios libros sobre ella, el primero en darse cuenta de que estaba frente a una escritora epistolar. Fue él quien le propuso intercambiar una correspondencia que luego recopiló en un libro llamado La passe imaginaire (El polvo imaginario). “Usted –resumió Hennig– no escribió, como leí, para sublimar su condición de prostituta. Usted, simplemente, escribía para sobrevivir. Que es el único modo de escribir. A la vida, a la muerte. Escribir para no morir, prostituirse para no morir, fue su gloria”. A Grisélidis, como un bosque que se regenera cuando arde, la escritura le permitió resistir.

Pero a pesar de haber dejado de ejercer la prostitución en 1969, las cosas no mejoraron. La vida le reservaba una nueva pasión bajo las garras de un gigoló tunecino violento, alcohólico, ladrón, mentiroso y homosexual que le declara su amor a través de los barrotes de una prisión. Lo conoció gracias a una amiga cuya pareja compartía su celda con Hassine Ahmed, así se llamaba. Con él comenzará una larga correspondencia. Le escribirá un total de ciento cincuenta cartas, pero ya en la mitad de su correspondencia, y sin haberse visto ni una sola vez, le declarará que es el amor de su vida. Luego irá a visitarlo y allí comienza una pasión fulgurante, que se prolongará durante varios años cuando Hassine recobre su libertad. Fue un amor apasionado, diabólico, como lo demuestran frases como: “Mátame Hassine. Ponme en el fondo del pozo de tu mirada, hazme zozobrar de tu soplo furioso que me desgarra y me asola como un fuego en la selva”, o “… me quedo, Hassine Ahmed, niño perdido al que se encerró demasiado [escribió después de vivir uno de esos momentos de los que no se vuelve]. Me quedo llorando y temblando, reflejada en tu cuerpo de donde me viene todo el dolor y el amor. Y tú también lloras pidiéndome perdón”. Jean-Luc Hennig describe en el prólogo al libro Griselidis Courtisane (Grisélidis cortesana) que ella llevaba sujeta en el pelo una hebilla con forma de estrella de mar para esconder los huecos calvos que le dejaba su amante al arrancarle los mechones cuando estaba ebrio. La pasión por su verdugo, este gigoló borracho y violento, le costará caro. “Increíblemente, entre tantas otras cosas, Grisélidis fue una mujer golpeada. Además de su ingenuidad, de su inconstancia, ninguna lección le sirvió jamás” –explica Yves Pagès–. “Para ella era vital vivir una aventura hasta el límite de lo soportable, a pesar de correr el riesgo de quemarse las alas”. Grisélidis vuelve a ser rehén de su propia autodestrucción. Sin embargo, a pesar de haber hecho casi todo en  contra de sí misma, la frase “hay que vivir. Yo adoro la vida”, fue su lema.

Grisélidis se situaba fuera de las fronteras morales, al margen de los “juicios piadosos” de una “Suiza biempensante”. En los años 70, la escritora se unió a los movimientos de lucha de las mujeres y de las prostitutas sumándose a la llamada Revolución de las prostitutas, que tuvo lugar en París cuando quinientas putas ocuparon la capilla de Saint-Bernard pidiendo el reconocimiento de sus derechos. Exactamente en 1977 vuelve a la calle, “aunque nada la obliga. Sus hijos se muestran estupefactos ante esta decisión”, explica Pagès, “ella se dice que es suficientemente fuerte, que ya publicó un libro y que supo darle un discurso a la rebelión de las prostitutas y que haría, a partir de ese momento, algo diferente, menos doloroso. Para ella, entonces, se trataba de un desafío estético, político y sexual. Grisélidis modeló su destino y consiguió hacer de su lucha un arma de vida. ¿Cómo lograr emanciparse de la desgracia cuando se tiene, como ella, una profunda alergia a la obediencia, a los límites, a los imperativos del mundo del trabajo y al conformismo social? Va a utilizar, a la vez, el arte, la prostitución, sus amores, la amistad, todos los instrumentos que tiene en sus manos, para ser ella misma”. Ella eligió de qué lado de la frontera estar.

—Grisélidis retoma su actividad de prostituta y se da cuenta de que es una elección vital más interesante el hacerlo teniendo otra aproximación a este oficio, y así nace la Grisélidis militante, la que todos conocen, que afirma que “la prostitución es un arte, un humanismo, una ciencia”. Tanto yo –recuerda Igor, su hijo mayor– como mis hermanos tuvimos que soportar su lado militante, que rápidamente nos cansó. Nosotros no queríamos ser los seguidores de una militante que pelea por los derechos de las prostitutas, nosotros solo deseábamos tener una mamá. Pero hay que reconocer que como madre no fue muy eficaz porque invirtió toda su energía, su inteligencia y su alma, en su militancia. Ir a su casa era salir inundado de folletos, escritos, fotocopias sobre el tema, aunque yo le decía que no me interesaba para nada.

“En cuanto a mí, de vuelta a la acera y considerando que es una acto revolucionario, ahora tomo mi placer donde lo encuentro, habiendo por fin desembarazado mi cuerpo y mi espíritu de todos esos viejos tabúes: pureza, esponsales, matrimonio, fidelidad ¿a qué? ¿a quién? Al cubo de la basura educativa…”, escribió en 1977 en la revista alternativa Marge.

En esos días, ella veía a algunos de sus hijos durante los fines de semana. Recibía a sus clientes –o a sus “amantes”, como le gustaba llamarlos– en su casa. “A veces traían regalos para mis hijos. Había amor aunque también había violencia”. La libertad extrema, radical. Esa fue su elección.

—Fueron mis hermanos los primeros en hablarme sobre el métier de Grisélidis. En ese momento no me importó, ya que estaba feliz del reencuentro con mi madre –cuenta Igor–, nunca la juzgué aunque discutíamos mucho. Ella me transmitía su visión anarquista, contestataria. Yo no compartía su mirada, me parecía que el ejercicio de la prostitución era lo opuesto a la autoestima. Para ella, yo expresaba la misma opinión que el enemigo, por eso tratábamos de evitar el tema. En aquella época, yo no tenía ganas de llevar la etiqueta hijo de una prostituta. Estaba harto de tener una vida marginal, precaria. Solo luego de su muerte comprendí que hay mujeres que pueden ejercer este oficio con convicción y sin hacerse daño.

Otras mujeres eligieron escribir, en primera persona, su experiencia en los bordes del abismo. Como Albertine Sarrazin, una escritora francesa muerta cuando solo contaba veintinueve años, autora de La fuga, donde relata sus años en la cárcel. “Pero –aclara Yves Pagès– su escritura se acerca al testimonio sumado a un poco de lirismo. No es el caso de Grisélidis que, a través de sus escritos, interroga a la figura del artista, al deseo de absoluto”. Su naturaleza la llevaba a los excesos. Mucho antes de hacer la calle –sus primeras cartas lo atestiguan– Grisélidis Réal cedía a sus demonios, multiplicaba sus amantes, se emborrachaba con vodka en las discotecas, bailaba y resolvía sus penas de amor vaciando botellas. Su salud era sumamente frágil. Contrajo todo tipo de enfermedades venéreas, como la sífilis, que curaba con “una mezcla de penicilina y tres vasos de tinto”, escribe Hennig.

Grisélidis fue excesiva y singular hasta en la organización de su trabajo. El deseo de orden y clasificación es lo primero que sorprende al abrir Carnet de bal d’une courtisane (también conocido como El carnet negro). Una suerte de trastienda sexual. Se trata de la relación de los usos y costumbres de sus clientes, que Grisélidis registró de una manera descarnada y bajo un estricto orden alfabético, durante casi 20 años (de 1977 a 1995). Fue su memoria auxliliar. Este cuaderno se publicó por primera vez en 1979 en Le fou parle (El loco habla), una revista cultural en la cual participaba el escritor Georges Perec, donde fue presentado como una especie de texto enumerativo y como un documento casi psicosociológico sobre la práctica de los amores de pago. “El efecto en serie, el lado alucinante de la repeticion. Este parentesco con el arte contemporáneo y con el oulipisme –movimiento literario de los años 60 que erigió la imposición de límites a la escritura en una forma de creación– me sedujo”, cuenta Pagès. Y es así como el Carnet de bal d’une courtisane fue reeditado en 2005 por su editorial al mismo tiempo que  Le noir est une couleur (El negro es un color). En esta libreta ella anotaba todo. El desarrollo de los encuentros, los nombres de sus clientes, los precios, la piel, las manías, la longitud del sexo, las preferencias de cada uno, los vicios, las esperas, los deseos.

—“Charlie, grande y barbudo con una pequeña barba pelirroja, gran coche amarillo, dedo en el culo. Negocios en Franckfurt. 80 francos”.

—“Alec, hombre pequeño, dulce y atormentado, antiguo militar arrepentido, eyaculación precoz, 60 francos”.

—“François, cineasta, masoquista, enviado por Chantal –se ata él mismo con una cuerda–azotarle las nalgas y por encima de los muslos, chupar –vestirse con botas– larga ceremonia visual intelectual, 200 francos”.

—“Billal, árabe gentil de edad madura –sexo muy grande, largo– folla a lo papá/mamá. 60 francos. No da más que 50”.

Grisélidis defenderá el ejercicio de la prostitución hasta el final. Proclamará que “es la salud mental de los hombres”, dará conferencias en universidades, no dejará de militar a favor de las meretrices. Del deseo, de lo sagrado y de la transgresión. “El Sexo es un órgano mágico en comunión con la tierra y la muerte”, escribió en uno de sus muchos artículos militantes. Hará de la prostitución la materia de sus libros y la alabará escandalosamente –“un arte, un humanismo, una ciencia”– a condición de ser una elección libre, aclarará. Su último cliente, luego de tres décadas de ejercicio, la visitó en diciembre de 1995, a sus sesenta y seis años. Era un obrero español que le pagaba 50 francos suizos y se iba “con una sonrisa sencilla y agradecido”, escribió el 16 de enero de 2005. Para ese entonces ya hacía tres años que el cáncer la retenía “entre sus garras”. Cuenta Igor que “al final de su vida Grisélidis cambió, ella tenía una vertiente provocadora y chocante de la que ya no tenía necesidad, la dejó completamente de lado. Cuando supo que la muerte estaba cerca, se volvió una persona mucho más noble, más digna”.

Marianne Schweizer trabaja en Aspasia, una asociacion de defensa de las prostitutas fundada por Grisélidis en 1982. Recuerda esa época, cuando la observaba acariciarse el vientre como una gata malherida y decir “que le dolía la panza”, un modo de no nombrar al cáncer de estómago que la desgarraba. “Fue una mujer muy valiente, un ser muy entero, de una gran humanidad y que hasta último momento estuvo en contacto con la realidad de sus colegas, a las que tanto defendió” –evoca desde Ginebra.

“Treinta años de prostitución marcan, desgastan el cuerpo y el alma y, sin embargo, ofrece un inmenso amor de la vida y el respeto humano por los sufrimientos del Otro, y si el más allá existe, deseo bailar allí músicas cíngaras, beber alcoholes maravillosos y reencontrar a mis hombres, aquellos a los que amé, aquellos a los que odié, ayudé, alivié, esperé, consideré, rechacé, reconforté por encima de todos los prejuicios, los tabúes, las hipocresías de esta moral enferma e inhumana de la que me evadí en busca de más libertad, aunque tuviera que responder con la vida”. Así concluye su propia oración fúnebre.

Grisélidis Réal se soñó gitana, habitante de una isla desierta, alga ebria, bailarina negra, pero fue –todo junto– la reina de la provocación, una mujer golpeada y, sobre todo, alguien rabiosamente libre. Un ser vigoroso y decadente a la vez. “Usted tuvo una vida loca, una vida desmesurada, revuelta, magullada y conmovedora. Quiso serlo todo al mismo tiempo: prostituta, madre de cuatro niños, amante, escritora. Quería arrancarle todo a la vida, usted no se arrepintió de nada. Esta vez, la vida os es devuelta”, fueron las palabras leídas por Jean-Luc Hennig el día en que el cuerpo de Grisélidis fue trasladado al cementerio de los Reyes y depositado a pocos metros del de Jorge Luis Borges, “el príncipe de los escritores argentinos”. Siempre imperial en su desgarro, se mantuvo implacable frente al dolor hasta la lucha final que la dejó postrada y enferma. Grisélidis, la puta revolucionaria, se sirvió de su palabra y de su cuerpo para transformar el espacio de todas las derrotas en una pasión a la vez desvastadora y vital. Un empeño que fue su gozo, su precio, y su tumba.




Renée Kantor es una periodista argentina radicada en Francia. Sus artículos han sido publicados en medios de América Latina, España, Alemania y Francia. También se desempeña como traductora y redactora para agencias de comunicación. Obtuvo un Máster en Medios y Comunicación en Université Paul Valéry-Montpellier I 

martes, 15 de julio de 2014

PUTA, artículo de opinión


Suena mal la apócope de la palabra prostituta, tan mal como que es uno de los insultos más usados: puta o también hija o hijo de puta son algunos de nuestros improperios preferidos... La palabra suena tan mal como la situación real de estas mujeres. Su situación legal, su falta de seguridad, de derechos, de libertad... Pese a que, desde mi punto de vista, deberían ser trabajadoras como las demás. Sin embargo el hecho de que sus servicios sean sexuales les coloca en una situación de desprotección, que no es comparable -al menos en apariencia- con otros tipos de trabajos.
Pero, ¿es más degradante mantener relaciones sexuales por una cantidad de dinero justa que trabajar hasta la extenuación en un bar seis días por semana por un sueldo de miseria? ¿Es menos vejatorio vender seguros, libros o menajes de cocina en lo que se llama venta a puerta fría? Un tipo de trabajo en el que si no vendes nada no ganas nada, tras jornadas de doce o catorce horas. ¿Por qué ofrecer un servicio sexual es peor que el trabajo que realizan un portero de finca abusado por los propietarios; una limpiadora humillada o un trabajador del campo explotado durante interminables jornadas para finalmente recibir un jornal de miseria? ¿Por qué hay que proteger a las prostitutas africanas explotadas y no a las africanas explotadas en la recogida de la aceituna o la uva? En mi opinión ni unas ni otras pueden elegir. Toda explotación parece tener origen en el sexo y el sexo es, aparentemente, la madre de todas los abusos, pero no siempre es así de sencillo.
Todo lo relacionado con el sexo -juguetes sexuales, pornografía, fetichismo, prostitución- aparece siempre ante nuestros ojos con una carga negativa para la sociedad puritana que somos, aunque no seamos conscientes de ello. Una sociedad que por una parte reniega del sexo, pero por otra no puede prescindir de él. ¿Por qué no puede la prostitución -masculina o femenina- ser considerada un trabajo como otro cualquiera? Autónomo o por cuenta ajena un trabajador o trabajadora sexual -sexo servidor se dice también- tendría que poder ejercer su trabajo con los mismo derechos y el mismo nivel de protección -evitando por ejemplo que caiga en manos de las mafias o que ejerza siendo menor de edad- que un empleado de banca, un comerciante o un bombero. Todo lo demás son prejuicios antediluvianos.
Si en una profesión se producen abusos, ¿nos tendríamos que cuestionar la existencia de esa profesión o por el contrario nos tendríamos que plantear realmente cómo proteger mejor a los trabajadores? Si se producen constantes denuncias de abusos dentro del sector de la hostelería, ¿tendría que desaparecer la profesión de camarero por ejemplo y que sean los clientes los que se sirvan? Suena absurdo, ¿verdad? Pues a mí me suena igual de surrealista que se quiera prohibir la prostitución por los abusos que se cometen contra las prostitutas, en lugar de regular la profesión de meretriz y proteger a las trabajadoras que deciden libremente ejercer esta profesión.
Sin embargo la evidente realidad a día de hoy es que muchas mujeres ejercen la prostitución en situaciones de explotación y semiesclavitud, forzadas por mafias que las mantienen secuestradas en los mismos burdeles o en las calles, que les coaccionan con hacer daño a sus familias o a ellas mismas, que les drogan para que puedan soportar jornadas extenuantes sin que los poderes del Estado: políticos, policía o jueces hagan prácticamente nada para ayudarlas y protegerlas. En todo caso la única solución que les ofrecen es enviarlas al paro y que dejen de ejercer, sin darles una alternativa real, un trabajo del que poder vivir con dignidad. Porque lo indigno demasiado a menudo es el sueldo de miseria que recibe un trabajador, no el trabajo en sí. Porque en ese caso los trabajos peor valorados socialmente serían labores, digamos algo sucias como las que realizan los poceros o algunas especialidades médicas y no veo que eso ocurra.
Entre tanto las prostitutas (hablo de ellas sobre todo porque son las más desprotegidas y abusadas) se encuentran en un limbo legal que permite al Estado ejercer sobre ellas un poder despótico y ciego, encarcelarlas o reprimirlas, prohibiéndoles ejercer un trabajo que les permite, en muchas ocasiones, vivir de una forma digna. No sé si la prostitución es necesaria o no -sospecho que sí- el caso es que existe y no sirve de nada mirar hacia otro lado o tratar de convencer a quienes la practican de que no deben hacerlo con mensajes de una moralidad absurda.
Lo que hay que hacer es legalizar y regular la prostitución y poner los medios para que quienes la ejercen puedan hacerlo con todas las garantías legales y sanitarias. ¿Por qué no podemos considerar la prostitución un trabajo como otro cualquiera? Si existen mafias que controlan a las prostitutas es porque el Estado lo consiente. ¿Consentiría el Estado mafias que controlasen el tráfico de órganos o el comercio ilegal de azúcar, apartamentos u ordenadores? Estoy seguro de que no. El Estado lucha contra el tráfico de drogas o de tabaco, controla la calidad de los alimentos que comemos o la resistencia de los edificios en los que habitamos ¿Por qué no puede hacer lo mismo con la prostitución? Simplemente por un prejuicio religioso (pese a que somos supuestamente un Estado laico) que le lleva a pensar-legislar que es algo malo o amoral y que tiene que prohibirla y castigarla. Sin embargo no acaba de hacerlo, porque quienes redactan las leyes también son usuarios y estoy seguro de que no quieren castigarse a sí mismos. Además la prostitución seguirá ahí, pase lo que pase, y pese a que se prohíba continuará existiendo y ejerciéndose, aunque sea en las peores condiciones imaginables.
Me parece interesante, y a la vez un ejercicio de cinismo, la entrada de la prostitución en el cómputo del Producto Interior Bruto de los países de la UE. Sobre todo porque seguramente esta entrada no va a suponer la obligación de realizar cambios legislativos tendentes a normalizar una profesión cuyos ingresos sin embargo sí se evaluarán en el PIB a partir de septiembre. Aunque también tengo que decir que no veo al ex falsoprogre (ahora ya ni eso) Alberto Ruiz-Gallardón legislando sobre la materia sin antes pasar media docena de veces por el confesionario. Y todo para al final, casi con toda seguridad, dejar las cosas como están -o peor incluso como va a pasar con su Ley antiaborto- y que se salve el que pueda.
Por lo que se ve la religión manda demasiado para que la clase política se decida a solucionar un problema que tiene miles de años de antigüedad y que afecta casi exclusivamente a las insignificantes mujeres, como el aborto por ejemplo. Los políticos -ellos pero a menudo también ellas- miembros de partidos supuestamente progresistas como el PSOE, entre otros, dicen no ser machistas, sin embargo con su carga de secular paternalismo (con la excusa de defender los derechos de las mujeres y víctimas de un falso feminismo) intentan hacer desaparecer una profesión milenaria que pese a sus prejuicios seguirá existiendo.

 http://www.huffingtonpost.es/pablo-peinado/puta_b_5569784.html?utm_hp_ref=tw

Prostitución: menos escándalo, más realidad.

Soy Montserrat Neira, prostituta desde hace 25 años, e investigadora social de la prostitución. Hablo pues con conocimientos etnográficos. Lo primero de todo es que hay que dejar de utilizar prostitución como sinónimo de trata. En España ni mucho menos hay la magnitud de esclavas sexuales que se pretende hacer creer,esto es el 95 % de las mujeres que ejercen la prostitución son esclavas, y me remito a los mismos informes de la GC y de los diferentes balances, si queremos hablar de cifras, las cifras reales,podriamos estar hablando del 15 %, tal y cómo indican esos informe (leerlos atentamente) pero es cuestión de datos ni que sean mil ni que sean 10, contra la esclavitud, contra toda la esclavitud, tanto textil, agrícola, mendicidad,  de seres humanos, se ha de luchar, recuerdo que la esclavitud ya se abolió en el pasado pero no se ha erradicado, y ahora se llama, trata.  Otra cosa es si hablamos de los prostíbulos y las condiciones en las que se ha de ejercer, ya que la prostitución por cuenta ajena, no existe juridicamente por lo que estos "empresarios" pueden poner las condiciones que quieran, pero como todos ya sabemos, las condiciones que vulneran derechos y de extrema explotación está pasando en miles de trabajos que se realizan por diferentes profesionales de diferentes sectores; entonces lo que prima es un estatuto de los trabajadores en el que se protejan los derechos de las personas que están ejerciendo la prostitución, entre ellos, derecho a poder elegir el cliente y las prácticas sexuales que quiera realizar, así como un horario de no más de 40 horas semanales. Lo que ha pasado en Holanda es que la misma Ley que reconoce el trabajo sexual solamente permite que sea la ciudadanía europea la que pueda darse de alta, por lo tanto inmigrantes de otros países dependen de las mafias, ya que no pueden trabajar de manera legal. En Suecia, han eliminado la prostitución de calle pero no en los pisos dónde se ejerce en la invisibilidad y son vulnerables, y en realidad es una política con criterios racistas y anti-migración. Para luchar contra la vulneración de los Derechos en el Trabajo -sexual, existen en todos los países diversas asociaciones que son exclusivamente de personas que ejercen el trabajo sexual http://www.nswp.org/ (Global Network of Sex Work) en España están AMTTTSE en Málaga (más de 200 mujeres del Polígono Gualdahorce y APROSEX, en Barcelona. Intercambiar sexo y compañía por dinero, mientras sea un pacto entre dos adultos, no tiene porque ser malo, ni vejatorio ni indigno. Lo que hay que luchar es contra el estigma para que las personas que ejercen la prostitución, no sientan miedo, ni vergüenza ni culpa y puedan hablar sin la opresión social de la discriminación que o las etiqueta de víctimas o de sucias.Si tengo que decir, como ya he dicho, que estoy en contra de que las discotecas hagan este tipo de "ofertas", basicamente porque ha de ser la persona que ejerce la que tenga el control ha de ser ella la que decide, con quién y a qué precio.  Finalmente dos cuestiones, hablen sin prejuicios y sin juzgar con las personas que ejercen la prostitución, y si realmente hay datos de que el 95% de las mujeres son víctimas de trata todas estas personas que lo afirman son cómplices de delitos lessa humanidad por no crear una plataforma y ser acusadores particulares contra el Estado que tienes que ser llevado a los Tribunales de derechos Humanos por permitir la esclavitud en su territorio. Así que menos opinar, más esforzarse por conocer la realidad, y más acción contra las injusticias sociales.
Montse Neira, prostituta e investigadora social.

Prostitución: menos escándalo, más realidad

15 julio 2014
Por María Pazos María Pazos
Si todo lo que concierne a la ideología patriarcal está impregnado de emocionalidad, el asunto de la prostitución se lleva la palma. Cuando se habla de prostitución todo se desdibuja, se trastoca, se confunde, hasta tal punto que cualquier parecido con la realidad puede ser pura coincidencia.
'Si la prostitución fuera un trabajo, ¿se lo recomendarías a tu hija?' Imagen de una campaña de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres, www.malostratos.org
‘Si la prostitución fuera un trabajo, ¿se lo recomendarías a tu hija?’ Imagen de una campaña de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres, www.malostratos.org
Un ejemplo es esta ‘noticia’, repetida en similares términos en muchos medios: bares ofrecen felaciones ‘a cambio de copas gratis’, o incluso ‘a cambio de barra libre. Contrariamente a la imagen que sugiere el titular (chicas emborrachándose ‘gratis’), se trata de un caso de proxenetismo con luz y taquígrafos: el propietario del bar paga a mujeres por prestar servicios sexuales a terceras personas. Esto sería así aunque la forma de pago fuera en copas, cosa que además nadie en su sano juicio se tragaría si se pusiera a pensar.
El Código Penal español castiga el proxenetismo con penas de  dos a cuatro años, también para  ‘aquel que obtenga beneficio de la prostitución de la víctima, aunque esta lo hubiera consentido’. Sin embargo, ni siquiera el Instituto de la Mujer llama al fenómeno por su nombre. Si esto se hiciera, en lugar de escandalizarse, bastaría con detener y juzgar a los culpables del delito, que bien local-izables están.
Para comprender la prostitución basta con abandonar el escándalo y mirar el fenómeno en profundidad. Tenemos los informes de la Guardia Civil o de la Defensoría del Pueblo y otros muchos, así como múltiples estudios.
Así, se comprueba el aumento del flujo de trata de mujeres hacia los países en los que la prostitución se ha legalizado (Holanda, Australia). Se comprueba también el descenso radical de dicho flujo en los que, como Suecia o Islandia, han adoptado leyes que penalizan la compra de servicios sexuales y protegen a las prostitutas, que en estos países se llaman “prostituídas” porque en general son víctimas de la trata (en España al menos el 95% lo son, según la Guardia Civil).
Cuando la realidad no está presente en nuestra mente, ese vacío es ocupado por las especulaciones. Algunas personas dicen que este es un oficio como otro cualquiera, y por tanto nada más lógico que incluirlo en la Seguridad Social, como proponen  los inspectores de hacienda, o en el PIB, como exige la Unión Europea desde 2016.
Muchas otras actividades humillantes son hoy penalizadas y/o rechazadas socialmente: comprar órganos, alquilar úteros o hasta hacerse limpiar las botas a cambio de dinero. Pero la prostitución se trata con otros parámetros. De hecho, hay personas que considerarían humillante hacerse servir una copa de rodillas, pero les parecería normal pagar porque una persona se ponga de rodillas y le haga una felación. Es cuestión de sensibilidad social, que se tiene o no se tiene. Se ve o no se ve a una persona humillada detrás de esa chica.
Yo tengo una amiga que trabajó hace muchos años en un antiguo Top-less (su ‘trabajo‘ consistía en conseguir que el cliente pagara el máximo número de copas, aunque en realidad ella bebía agua coloreada). Mi amiga, que hizo esto mientras no tuvo otro remedio para mantener sola a su hijo pequeño, me contaba que para ella lo peligroso, a lo que se negaba, era quedarse a solas con el “cliente”. Así que hacer felaciones en público ni siquiera es lo peor de la prostitución.
Lo peor, si cabe, es el horror que se esconde detrás de los anuncios de contactos en periódicos supuestamente respetables o en esos clubs que vemos por las carreteras, que sin embargo visitan nuestros vecinos y amigos. Cuando la sociedad reconozca a las mujeres el estatus de seres humanos con derecho a la dignidad, nos solidarizaremos con esas mujeres y nos horrorizará que se usen sus cuerpos a cambio de dinero.
María Pazos Morán es licenciada en Matemáticas por la UCM y máster en Estadística por la Universidad de Harvard. Actualmente trabaja en el Instituto de Estudios Fiscales (Ministerio de Economía y Hacienda, España), desde donde coordina la línea de investigación ‘Hacienda Pública e Igualdad de Género’. Una de las personas promotoras del llamamiento urgente ante la reforma fiscal que prepara el Gobierno. Su último libro publicado es ‘Desiguales Por Ley‘. Pertenece a la PPIINA y al Fórum de Política Feminista.

viernes, 11 de julio de 2014

Profesionales del sexo y la CAC.

Las profesionales del sexo que nos hemos mediatizado y que llevamos años ejerciendo la prostitución, recibimos constantemente correos de mujeres de todas partes que quieren entrar en "este mundo" exponiendo sus dudas y sus miedos. Son múltiples y a veces no tenemos tiempo para leer y contestarlos a todos. En la actualidad, con internet, es más sencillo obtener una información que es imprescindible para empezar con unos mínimos de conocimientos y seguridad, pero no es suficiente; debido a toda la información vertida cuesta discernir en cuál confiar y en cuál no, y basicamente eso es debido a los prejuicios y el desconocimiento que hay del mundo de la prostitución. Con muy buen atino, y para cubrir estas necesidades de información, compañeras mías de APROSEX, realizaron unos talleres para informar a estas mujeres que querían entrear en prostitución. Tanto las personas que daban el taller como las que lo recibían eran mujeres adultas totalmente independientes, esto es, no lo organizó un prostíbulo y ni mucho menos proxenetas... La mediatización en toda la prensa, radio y televisión, llegó enseguida, y como suele pasar el amarillismo y el morbo hizo su presencia, así, aparecieron diferentes titulares e información totalmente manipulada. Las mujeres abolicionistas pusieron el grito en el cielo e denunciaron a TV3 por informar del curso de "trabajo sexual".  Pues bien con la ley en la mano, el ejercicio de la prostitución de manera autónoma  en España,  es trabajo, no está tipificado como delito, y es una actividad aconómica que se realiza para obtener ingresos para cubrir las necesidades básicas tal y cómo indica el art.35 de la CE.
 
Os dejo esta entrada que la explico mucho mejor que yo:
 
 
 
 
 
 
La prostitución , el CAC* y el concepto de “profesión”
Glòria Poyatos i Matas, Magistrada decana en Lanzarote

Profesión: “Empleo, facultad u oficio que alguien ejerce y por el que percibe una retribución.” (Diccionario de la RAE) 

Y qué es el CAC *?
Es la sigla del Consell d’Audiovisual de Catalunya, que es un Ente Público de carácter institucional de Cataluña , que tiene como principios de actuación la defensa de la libertad de expresión y de información, del pluralismo y de la neutralidad y la honestidad informativa , así como la libre concurrencia del sector

Hace unos días fue publicado un artículo en un medio de comunicación nacional con el siguiente titular: El Consell de l’Audiovisual de Catalunya (CAC) recomienda a Tv3 que no trate la prostitución como una profesión”. 

Con todos los respetos a las diversas posiciones ideológicas que se puedan secundar en relación al espinoso fenómeno de la prostitución, se hace necesario aclarar en relación a la citada “advertencia” pública efectuada a Tv3, algunas cuestiones de importancia, que evidencian el grave error, desde un punto de vista técnico y jurídico, en el que incurre la anterior afirmación.

La prostitución es una actividad económica. 
Esta afirmación que recojo aquí, con todas las consecuencias, no sale de mí, sino de un órgano judicial, cuyas resoluciones me vinculan a mí y a todos/as los /as magistrados/as de este país. Así de claro fue aseverado por El Tribunal de Justicia de la Unión Europea, en su sentencia de 20 de noviembre de 2001 (asunto Jany y otras), con las condiciones marcadas en la propia sentencia.

Y la consideración de la prostitución como una actividad económica volvió a ser reafirmada, indirectamente, en otras dos sentencias dictadas ya en nuestro país por dos Salas diferentes del Tribunal Supremo.
De acuerdo a las tesis sostenidas por esta magistrada y la jurisprudencia que menciona, únicamente la "prostitución autónoma" puede considerarse como una actividad económica susceptible de ser entendida como una profesión. Sólo nos referiríamos a aquellas personas que la ejerciesen independientemente, sin ningún intermediario aunque éste fuese consentido. Por lo tanto, curiosamente, podríamos hablar nada más o de aquellas escorts de alto standing (siempre y cuando no trabajen para ninguna agencia, ni tengan una amistad que las traslade o las cuide) y de las prostitutas callejeras (igualmente, cuando no tengan ese "chulo" que nadie ve pero todos imaginan).


La primera, la Sentencia del Tribunal Supremo, (Sala social ) de 24 de noviembre de 2004, (Sentencia, denominada mediáticamente, Mesalina). En ella se reconoció por el alto tribunal el derecho de la Asociación de empresarios denominada MESALINA a acceder al registro nacional de asociaciones empresariales, siendo su objeto social: “La tenencia o gestión de establecimientos públicos hoteleros destinados a dispensar productos o servicios que tengan como público objetivo terceras personas, ajenas al establecimiento, que ejerzan el alterne y la prostitución por cuenta propia“ (literal).

Y la segunda resolución judicial, y afectando de lleno a la Comunidad Autónoma de Catalunya, fue la dictada por el Tribunal Supremo (Sala contencioso administrativo) de fecha 22 de abril de 2010. En este caso, vino a resolver la demanda planteada por un conjunto de Asociaciones, que impugnaban la legalidad de la Orden 335/2003, dictada por la Generalitat de Catalunya , que en desarrollo del Decreto 217/ 2002 regula, al milímetro, los requisitos administrativos que deben tener los locales de pública concurrencia donde se ejerce la prostitución (denominación literal de la norma). Debe recordarse aquí que Catalunya es la única Comunidad Autónoma de nuestro país que cuenta con una regulación tan explícita en esta materia.

Por si lo anterior no fuese suficiente, y para el caso de existir dudas en torno al concepto “actividad económica”, debe destacarse que esta es la denominación técnica exacta que se da en nuestro país al conjunto de trabajos o profesiones, que pueden ser susceptibles de encuadramiento en nuestro Sistema de la Seguridad Social, y por tanto generar todo el abanico de derechos y obligaciones consecuentes a la citada inclusión (asistencia sanitaria , prestaciones, pensiones , subsidios, etc).

El citado listado de actividades económicas que se incluye en la Clasificación Nacional de Actividades Económicas (CNAE) es amplísimo, y en el mismo no se incluye ninguna exclusión expresa de la actividad de la prostitución, que de otro lado tampoco es delito ni se halla prohibida por norma alguna , siempre que se lleve a cabo de acuerdo con los requisitos marcados por el Tribunal de Justicia de la Unión europea, en la sentencia antecitada, esto es, por persona adulta, libre y por cuenta propia (autoprostitución).

En cambio las trabajadoras sexuales por cuenta ajena, empleadas en una agencia, piso, burdel, o bajo cualquier tipo de dirección u organización, no tendrían idéntica consideración. A nadie se le escapa que una buena parte (en mi opinión, la mayoría) de personas que ejercen la prostitución en nuestro país lo hacen bajo esta modalidad.


En base a lo expuesto hasta el momento, actualmente cualquier trabajador/a que se dedique a cualquier actividad sexual (baile erótico, pornografía, alterne o prostitución libre y adulta, entre otras), puede darse de alta en el Sistema de la Seguridad social, sin ninguna cortapisa legal.

Y en base a lo anterior, existe una cooperativa de trabajo asociado promovida inicialmente por once mujeres libres y mayores de edad que fueron dadas de alta en el Registro de Cooperativas de las Islas Baleares, mediante una resolución expresa de 2013 (actualmente firme) para dedicarse, entre otras, a la actividad de la prostitución (literalmente, “profesionales del sexo”). Y ello, a su vez, ha permitido a estas mujeres cursar su alta como trabajadoras autónomas en la Seguridad Social.

Creo que los argumentos esgrimidos hasta el momento son suficientes para demostrar al lector/a el error de la manifestación vertida por el CAC respecto a un medio de comunicación (público) como es Tv3, que debe regirse por el principio de libertad de expresión y de información, como derecho fundamental reconocido en nuestra Constitución y no por criterios ideológicos, políticos o morales y en el presente caso, además, Tv3 usó una calificación técnicamente intachable para referirse a la actividad de la prostitución, de conformidad con la normativa española y de nuestro entorno europeo.

Todas y cada una de las resoluciones a las que he referido son de fácil hallazgo en Internet.

Y yo me pregunto, ¿dónde se documentó el CAC para reprender públicamente a Tv3 por calificar la prostitución en idéntica forma a como lo hicieron los magistrados de las resoluciones judiciales a las que he referido?

 Fuente: http://barriorojo-esl.blogspot.com.es/
 

miércoles, 9 de julio de 2014

En Méxio Df : Dos testimonios de mujeres


 http://www.milenio.com/firmas/humberto_rios_navarrete/veteranas-prostitucion_18_330746942.html
Las historias de estas mujeres, cuyo número oscila en 300, según la organización civil Brigada Callejera, son de pobreza y sobrevivencia, como es el caso de Gloria Castro, de 63 años, quien lleva más de 40 como prostituta en la Ciudad de México, una metrópoli con zonas bien delimitadas en la práctica de ese oficio.
La misma Gloria, de carácter festivo, traza la ruta de sus inicios como prostituta, como ella misma se autodenomina: San Pablo, Pino Suárez, La Merced, Anillo de Circunvalación, “y así me fui acercando, me fui acercando a Mixcalco, a Loreto, al Zócalo, a Guatemala, y ahora trabajo hasta Santo Domingo”.
—¿De que edad son sus clientes?
—Pues tengo de 50 años, 60, de 35, de 40, y a veces me contratan de 25, 30 años,  que porque los tratamos bien y ellos quedan más conformes, más contentos.
La mujer procreó diez hijos. El menor de ellos fue condenado a 25 años de prisión en una cárcel del Estado de México. Lo acusaron de secuestro. La madre asegura, sin embargo, que es inocente, pues lo único que hizo fue defenderse de una agresión que había sufrido y tundió a su rival.
—¿Por qué se metió a este oficio?
—Porque tuve demasiados hijos de tres maridos, que me abandonaban; y yo solita me venía al Centro y decía: “tienen hambre mis hijos”, y más que nada lo hacía por hambre, y ya si me decía una persona, “vamos, te doy tanto”, ya venía yo a trabajar. Pero como no me cuidaba, me volvía a embarazar de dos, tres hijos; el chiste es que tuve diez de tres hombres, y ya cuando me dediqué a esto, ya no pude retirarme porque para mí ya no había trabajo, no me ocupaban en otra parte, por falta de estudios y todo —dice la mujer, quien tenía 17 años la primera vez que se embarazó.
***
Gloria y otra conocida suya, también sexoservidora, son entrevistadas en un parque de la delegación Venustiano Carranza, cerca de La Merced, donde han desarrollado su trabajo la mayor parte de su vida.
—¿Y sigue teniendo clientes?
—Ya tengo menos, ya nomás trabajo una o dos veces.
—¿Y cuánto cobra?
—Pues cobró 100 y 70 del hotel; es lo que se cobra en el Río de Janeiro, y si quieren ir a otro, cobran 90, 100, 80.
—¿Y cuál es su horario?
—De 12 a 8 o 9 de la noche; es que tengo a mi hijo en la cárcel, porque le pegó a un chavo con el bóxer, ese anillo que se meten en la mano, pero mi hijo dice que lo ofendió y le faltó al respeto, por eso le pegó y por eso lo metieron a la cárcel. Lo acusaron de secuestro y le echaron 50 años, pero él dice que le quitaron 25 porque es campeón de futbol.
Gloria es una mujer risueña, pero cuando habla del hijo encarcelado, entonces se pone triste, y más todavía cuando recuerda a otro, de 15 años, que fue lanzado al canal de aguas negras, cerca de Plaza Aragón. “Fue muy doloroso”, dice.
—¿Y hasta cuándo va a estar en este trabajo?
—Yo creo que hasta que salga mi hijo de la cárcel —responde—, no le hace que yo ande con bastoncito, porque pues mi familia no me ayuda, los otros hijos no me ayudan; nomás la hija, con la que vivo en Tecámac, y Brigada Callejera, que me ayuda mucho —dice esta mujer de baja estatura, tez blanca, pulcra, risueña.
—Pero él va a tardar 25 años en la cárcel.
—Es lo que me dicen. Yo les digo: “no, pues no me puedo retirar de esto porque tengo que apoyar al Erasmo, tengo que llevarle su taquito”, porque yo no soy de esas que los abandonan en la cárcel, no, y aunque sufro de la circulación de la pierna, le echó muchas ganas.
***
Muy diferente es el caso de Teresa, de 65 años, quien a los 14 llegó de la Huasteca Potosina a la colonia Industrial, donde trabajó de sirvienta.
Recuerda que un día se fue de vacaciones a su tierra, pero cuando regresó fue sustituida y ya no tuvo a dónde ir.
Entonces comenzó a vivir en la calle, bajo las marquesinas de la misma colonia, cerca de La Villa, y se juntó con un tipo de 40 años, más grande que ella, “porque ya me había cansado de vivir esa vida tan fea”.
—Usted tiene varios trabajos, le pagan muy mal y a veces no le pagan. Usted entra a una lonchería y qué sucede con la dueña.
—Empezó a contratar muchachas —relata y solloza—, pero para eso el encargado me dice: “ponte lista, porque aquí la patrona te va a vender”; y por dentro yo lloraba porque no quería entrar a esto; lloraba sangre porque anochecía, anochecía y no quería que amaneciera, quería amanecer muerta, con mis hijos, y había ocasiones que llegaba a La Merced y así como llegaba me regresaba, aunque no comieran mis hijos  ni comiera yo.
—¿Y a dónde llegaba a La merced?
—En el Metro, ahí salía yo; y siempre los padrotes, siempre los padrotes, y a otro día, los mismos, lo mismo, y así hasta después, ya me perdía, mejor me salía y me perdía, me iba, me perdía en los negocios, y ya después por ahí me salía un cliente y ya, que en los baños, se usaban mucho los baños, y eso a veces porque a veces ni entraba porque me daba miedo, terror, y apretaba a mi niña chiquita, traía mi niña chiquita porque sentía que me cuidaba, que me protegía, con mucho miedo, y así, ya después, cuando mi niña fue creciendo, me decían los señores, “no traigas a tu niña”, y yo decía, “pero cómo le hago, no tengo con quién dejarla”, “es que es peligroso que traigas a la niña”, y les decía yo, “ya nomás que entre a la escuela, ya la dejo”. Entonces pensaba: “igual, cualquiera de ellos me la quiere quitar”, y ya después me fui yendo mejor a Circunvalación y caminaba hasta La Soledad.
—¿Cuánto tiempo lleva en el oficio?
—Tengo 27 años. Mis cuatro hijos ya están todos casados. Cuando ellos me dan, yo no vengo, pero si no, pues tengo que venir.
—¿Ya se acostumbró?
—No es que me acostumbre, no quisiera, pero tengo que venir para sostenerme —dice Teresa, quien renta un cuarto en Ciudad Nezahualcóyotl.
—¿Y cuánto saca?
—La verdad es que está muy bajo: a veces me gano 100, 150, a veces 200 pesos.
—¿Cuántos clientes?
—Pues agarro uno o dos, y así, cuando agarro dos o tres, pues me va bien, pero cuando no, pues no.
—¿Hasta cuándo piensa estar así?
—Yo qué más quisiera salirme ya, pero como le digo: no tengo para mantenerme. Todo lo que trabajé pues fue pa’ mis hijos y yo no tengo apoyo de nada.
Son dos veteranas de la prostitución que todavía laboran en esta parte de la ciudad; de las pocas que deciden hablar de manera abierta. La mayoría, por razones muy poderosas, prefiere mantener en secreto su actividad.